Ambigüedad y sutileza
EXTRACTO DEL ARTÍCULO DE RUBIO LLORENTE PUBLICADO EN ‘LA VANGUARDIA’ EN OCTUBRE DEL 2015
“Es verdad que la promulgación de la Constitución se hace en nombre del pueblo español y que sólo este ha de ratificar sus reformas, pero tampoco cabe olvidar que el reconocimiento del derecho a la autonomía de nacionalidades y regiones sólo tiene sentido si se entiende que dentro de él hay otros pueblos cuyas ‘culturas, instituciones, lenguas y tradiciones’ han de ser protegidas según el preámbulo, que sitúa esta protección en el mismo plano que la de los derechos humanos. Esta ambigüedad ha sido útil durante más de tres décadas, pero ha perpetuado el conflicto entre los dos nacionalismos, hasta llegar a un punto en el que estos se enfrenten abiertamente para imponerse por la fuerza el uno al otro y aunque sólo sea porque la fuerza del uno está amparada por el derecho español e internacional y la del otro no, el resultado final del enfrentamiento es previsible. (...) Para lograrlo e intentar no eludir el conflicto, sino resolverlo, no hay, me parece, otra vía que la de salir de la ambigüedad, y eso exige concebir esas dos ideas de España de manera que puedan confluir en una sola, más sutil, que es la que suele designarse con la expresión nación de naciones. Esa nueva idea deberá proyectarse en una reforma constitucional, cuyos términos concretos, sin embargo, convendría dejar al margen de la contienda electoral para no dificultar el indispensable consenso. Sería muy conveniente, por el contrario, que esté presente en los debates electorales. Formulándola si es posible con claridad, y cuando menos abandonando la ambigüedad inherente a las habituales invocaciones a la unidad de España, la realidad nacional de Catalunya, la igualdad de los españoles, el derecho de los catalanes a decidir su futuro, etcétera. (...) Sigo creyendo que sería bueno hacer un referéndum para confirmarlo, pero ya el único de nuestros políticos que aparentemente sigue apoyando su realización es el señor Iglesias, aunque a juzgar por lo que le he oído en una reciente entrevista, le atribuye un carácter decisorio que entre nosotros es jurídicamente imposible y que políticamente tampoco ha tenido ni en Quebec ni en la Gran Bretaña”.