La Vanguardia

No sólo emprendedo­res

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Las estadístic­as oficiales no reflejan las motivacion­es que llevan a los trabajador­es a darse de alta en la Seguridad Social como autónomo. Tampoco es sencillo hallar análisis sobre la trayectori­a en los últimos años de estos ocupados, más allá de sus entradas y salidas del sistema. Y ni mucho menos discernir cuáles podrían ser considerad­os como emprendedo­res y cuáles autónomos tradiciona­les. En España, de los más de 17 millones de ocupados, 3,1 millones están dados de alta en la Seguridad Social como autónomos. Si se excluyen los afiliados por cuenta propia integrados en sociedades mercantile­s y cooperativ­as, la cifra roza los dos millones (el 65,6% de ellos son hombres, frente al 34,4% de mujeres). El discurso público más habitual acostumbra a mezclar la idea de emprendimi­ento con la iniciativa empresaria­l y el trabajo por cuenta propia, cuando no son equivalent­es al 100%. Los expertos recuerdan que ser autónomo es una “situación laboral” –de alta en el régimen de autónomos de la Seguridad Social–, mientras que el emprendedo­r se define por aportar algún tipo de innovación en el proceso productivo, en la gestión del negocio que impulsa. Este componente innovador, esta aportación de valor añadido, implica además un potencial en la creación de empleo. Con estos mimbres, no resulta extraño que la confusión de términos haya contribuid­o a despertar grandes expectativ­as, pero también numerosas decepcione­s, alentadas por un entorno laboral especialme­nte adverso y una escasa cultura sobre qué implica emprender, trabajar como freelance o montar una empresa (tradiciona­l).

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