Portugal elige al conservador Rebelo de Sousa presidente
Las urnas obligan al Gobierno de izquierdas a cohabitar con un jefe de Estado de derechas
Marcelo Rebelo de Sousa se impuso en las elecciones a la presidencia de Portugal y no deberá someterse a una segunda vuelta. Con su popularidad como analis- ta político en televisión ganó por más de 30 puntos al candidato independiente que apoyaban los socialistas, Sampaio da Nóvoa.
En la década de 1950 el dictador portugués Oliveira Salazar recibía en ocasiones la visita de un niño que acudía a la presidencia del Consejo de Ministros acompañando a su padre, Baltasar Rebelo de Sousa, subsecretario de Estado de Educación. Se llamaba Marcelo, como el padrino de boda de sus progenitores, Marcelo Caetano, que después sería el último dictador luso. Marcelo Rebelo de Sousa fue elegido ayer a los 67 años nuevo presidente de Portugal, como colofón de una larga carrera política desarrollada ya en democracia y lanzada so- bre todo con su exitoso papel de comentarista televisivo.
Con el 97% escrutado, el conservador Rebelo de Sousa se impuso sin necesidad de una segunda vuelta, pues sacó el 52,7% de los votos en unas elecciones en las que, de nuevo, hubo una enorme abstención. Sólo participó el 47,9% del censo.
La victoria del candidato conservador supone que la derecha mantiene la presidencia de la República que logró por primera vez en el 2006 con el ahora jefe de Estado saliente, Aníbal Cavaco Silva. Se consolida así la imagen de la fragmentación institucional de Portugal surgida de la constitución en noviembre del 2015 del primer Gobierno de todo el centroizquierda portugués, con el socialista António Costa de primer ministro en minoría, apoyado en el Parlamento por el Bloco de Esquerda, el socio luso de Podemos y Syriza, y los comunistas.
Este puzle político portugués se completa con la sombra que proyectan la Unión Europea y también del FMI, los acreedores del préstamo del rescate internacional del que salió el país en el 2014. Se trata de un complejo tablero en el que el hábil negociador que es el primer ministro Costa tendrá que jugar la partida con el hiperactivo nuevo presidente, que en la campaña se mostró conciliador y dialogante. La primera prueba es la del presupuesto del 2016, a cuyo borrador Bruselas pone pegas, pero que el nuevo jefe del Estado apoya.
El presidente electo de Portugal tiene hasta una aplicación para teléfonos y tabletas con su nombre, creada por la TVI, en el canal en el que era comentarista, para difundir los vídeos de los análisis de la actualidad que hacía al final del telediario de los do-
El jefe del Estado es un conservador; el primer ministro, un socialista, y la izquierda tiene la llave en el Parlamento
mingos. El triunfo de Marcelo, como se le conoce popularmente en Portugal, representa también la consolidación de la acusada dimensión catódica de la democracia lusa. Tres de los cuatro últimos primeros ministros, Santana Lopes, José Sócrates y António Costa, lanzaron sus carreras comentando la actualidad en los platós. Pero el indiscutible rey de la pantalla era Marcelo, que tenía audiencias de más del 30%.
Se abre así una nueva etapa en la que una de las incógnitas reside en cómo se articulará la estrecha relación televisiva establecida por el presidente electo con la audiencia, si será a través de un programa semanal, como la Conversación de familia de Marcelo Caetano, o si ensayará nuevas fórmulas, más allá de los habituales mensajes en horario de máxima audiencia que suelen lanzar el presidente y el primer ministro en ocasiones relevantes.
Cuando en el 2000 empezó en el canal privado TVI, Marcelo daba todavía la algo distante imagen del profesor universitario. Pero
poco a poco fue construyendo el personaje dicharachero que se metió a una mayoría de los portugueses en el bolsillo electoral, sin apenas necesitar dar mítines. Hizo lo que algunos comentaristas llaman la “campaña de las tascas”, recorriendo el país a partir del norte, desde Celorico de Basto, donde nació un abuelo de este lisboeta católico practicante.
El de ayer fue el primer gran triunfo electoral de Marcelo, quien, tras la revolución de los claveles de 1974, ya participó en la fundación de lo que hoy es el PSD, el gran partido conservador, del que fue líder en los noventa. Dimitió sin llegar a concurrir a las elecciones legislativas. También fracasó en los noventa en su asalto a la alcaldía de Lisboa, cuando se dio su célebre baño en el Tajo.
La gran victoria de ayer, al superar ampliamente el 50,5% de los votos con el que Cavaco estrenó sus mandatos en el 2006, se explica también por la ausencia de rivales, pues el candidato por el que suspiraban los socialistas, el exprimer ministro António Guterres, no quiso presentarse.
Por tercera vez consecutiva, los socialistas fueron a las presidenciales divididos. No había un candidato oficial, aunque de hecho el primer ministro Costa apoyaba, a través de varios de sus ministros, al independiente Sampaio da Nóvoa, que quedó segundo con alrededor del 22% de los votos. El problema de los socialistas reside en que se hundió su otra candidata, la expresidenta del partido María de Belém, con un residual 4%, con el que paga su recurso contra la anulación de las pensiones vitalicias para los políticos.
En la tercera posición, con sobre el 10%, quedó Marisa Matías, la candidata del emergente Bloco de Esquerda, que consolida así el muy buen resultado de las legislativas. Si bien Matias no protagonizó un terremoto como el de Pablo Iglesias, que le apoyó en un mitin, sí logró el mejor resultado de siempre del Bloco en unas presidenciales, además de casi triplicar al aspirante comunista.
Marcelo pasa de ser el principal analista de la política lusa a convertirse en su árbitro, pues ese es el papel del presidente, cuya principal atribución es la de disolver el Parlamento, algo que el vencedor de ayer dice que no tiene pensado hacer.
Los socialistas pagaron su división, mientras que Marisa Matias confirmó el alza del Bloco