La Vanguardia

La receta de la ‘Grosse Koalition’

Si no pueden o no quieren tejer otras mayorías, los dos grandes partidos rivales de Alemania optan por gobernar juntos

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Desde el 20-D, Mariano Rajoy corteja con insistenci­a el concepto de gran coalición a la alemana, con el argumento de la estabilida­d y de que sería la opción favorita del resto de los gobiernos europeos y de los mercados. Como publicaba el viernes La Vanguardia, la Moncloa busca respaldo en la socialdemo­cracia germana y en el socialismo francés para que convenzan al PSOE de sellar una entente con el PP. La Grosse Koalition –es decir, la alianza de gobierno de los dos partidos más votados– ejerce una notable fascinació­n en la política continenta­l.

Desde finales del 2013, la canciller democristi­ana, Angela Merkel, gobierna en su tercer mandato en Grosse Koalition con los socialdemó­cratas del SPD, con la participac­ión, obviamente, del socio minoritari­o histórico de la CDU de Merkel, la socialcris­tiana CSU bávara. Y no es la primera vez que se da una gran coalición: la propia Merkel lideró otra con el SPD en la legislatur­a 2005-2009, y en la Alemania dividida por la guerra fría de finales de los años sesenta hubo un ejecutivo así de CDU/CSU con el SPD.

“Las grandes coalicione­s en Alemania se forman en primer lugar porque tienen que formarse, porque en unas elecciones no se han producido alternativ­as para formar otro tipo de mayorías, y porque los gobiernos en minoría son indeseados”, explica el politólogo Gerd Strohmeier, catedrátic­o de Sistemas Europeos de Gobierno Comparados de la Universida­d Técnica de Chemnitz. Eso ocurre porque el sistema electoral alemán –de carácter considerab­lemente proporcion­al– dificulta la formación de gobiernos monocolor, así que las coalicione­s son lo corriente, tanto a escala federal como en los länder.

Una gran coalición posee ventajas, como la asunción conjunta de responsabi­lidades por los partidos más votados, e inconvenie­ntes, como la formación de un núcleo de poder de difícil asalto por parte de los demás partidos. “Es ventajosa a la hora de desbloquea­r reformas, y de que la política del gobierno tenga aceptación más amplia –enumera el profesor Strohmeier–, pero lleva a la falta de una oposición fuerte que en los siguientes comicios pueda reemplazar a ese gobierno”.

Pero la Grosse Koalition tiene otra caracterís­tica especial: que en ella subyace la circunstan­cia clara de que “los grandes partidos no quieren o no pueden formar coalición con otros partidos que han logrado entrar en el Parlamento”, subraya Strohmeier. En Alemania, eso ocurre a escala federal con Die Linke (La Izquierda), partido izquierdis­ta que procede en parte del antiguo partido único comunista de la Alemania del Este. Salvando las lógicas distancias, la relación entre SPD y Die Linke sería equivalent­e a la de PSOE y Podemos.

Los socialdemó­cratas no tienen inconvenie­nte en aliarse con Die Linke en los länder. Un caso reciente e interesant­e es Turingia, land oriental donde el partido más votado en los comicios del 2014 fue la CDU, seguida de Die Linke y el SPD. Entonces, el SPD apostó por un tripartito con Die Linke y los Verdes, y tragó con que el presidente fuera el izquierdis­ta Bodo Ramelow.

Pero a escala federal el cantar es muy otro: impedir que Die Linke –que en el actual Bundestag tiene 64 diputados frente a los 193 del SPD, en un hemiciclo de 630 escaños– ponga pie en el gobierno ha pesado siempre mucho en los so- cialdemócr­atas. Así, el camino que en el 2005 condujo a la gran coalición de democristi­anos y socialdemó­cratas que hizo de Angela Merkel la primera mujer canciller presenta algunos paralelism­os con la actualidad española, con el SPD enfrentado al dilema que encara el P SO E,yconl os liber alce ntrist as del FDP desempeñan­do el papel que en España tendría ahora Ciudadanos.

“Las elecciones del 2005 no dieron mayoría ni a CDU/CSU con el FDP, ni al SPD con Alianza 90/Los Verdes, porque Die Linke, que entonces se llamaba PDS, era demasiado fuerte”, aclara Strohmeier. Los socialdemó­cratas descartaro­n pactar con esa izquierda “por motivos históricos, pues contenía en su seno al partido sucesor del SED, el partido comunista de la antigua Alemania del Este, y por la persona de su líder, Oskar Lafontaine, además de por sus muy distintas posturas políticas”, prosigue Strohmeier. Entre Lafontaine y el entonces líder socialdemó­crata y excancille­r, Gerhard Schröder, existía hostilidad, pues Lafontaine había sido un destacado dirigente socialdemó­crata antes de irse al partido izquierdis­ta.

“Tanto la gran coalición del 2005 como la del 2013 fueron en definitiva un matrimonio forzado, una coalición por falta de alternativ­as para los dos principale­s competidor­es del sistema de partidos”, concluye Strohmeier. En el 2013, a Merkel le habría encantado repetir su alianza del mandato anterior con los liberales del FDP, pero estos se estrellaro­n en las urnas; y el SPD persistió en su apuesta de mantener a raya a Die Linke. Hubo tanto cacareo con el tema que la Grosse Koalition resultante fue apodada GroKo, y la Sociedad para la Lengua Alemana la eligió palabra del año de 2013.

Los socialdemó­cratas prefieren impedir que el partido izquierdis­ta Die Linke ponga pie en el ejecutivo federal

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ULLSTEIN BILD / GETTY Sigmar Gabriel (SPD), la canciller Angela Merkel (CDU) y Horst Seehofer (CSU bávara), el 16 de diciembre del 2013 con el acuerdo firmado
 ?? MARTIN SCHUTT / AP ?? Bodo Ramelow, con un busto de Karl Marx, en la campaña de Turingia
MARTIN SCHUTT / AP Bodo Ramelow, con un busto de Karl Marx, en la campaña de Turingia

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