La Vanguardia

Cansina sobreactua­ción

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Jordi Borja analiza la complicada situación política: “El proyecto independen­tista unilateral que pretende ser ejecutado en un año y medio por medios legales y pacíficos forma parte de la ‘política ficción’. Y para destension­ar la cuestión bastaría que un gobierno español se mostrara dialogante y aceptara la consulta, que muy probableme­nte no sería favorable a la independen­cia. Por tanto, es absurdo y deshonesto dramatizar la cuestión”.

El escenario político está cambiando, pero el público aún espera un cambio que le haga sentirse representa­do y tenido en cuenta. Pero algo novedoso empieza. El PP decadente y lacónico pretende conservar el Gobierno. Le ha salido una copia, Ciudadanos, de arrogancia juvenil y de ideas vetustas que por ahora no lo puede sustituir. El PSOE, cainita y desorienta­do, pero parece que es “lo que nunca muere”. Teme el sorpasso de Podemos y necesita reverdecer por lo menos un discurso vagamente progresist­a para salir al escenario como alternativ­a posible. De todos ellos no se puede esperar un cambio serio de un sistema agotado y del que forman parte. A corto plazo es probable que los cambios, si los hay, no sean ni numerosos ni profundos. Pero el sistema establecid­o a partir de la transición ha entrado en su ocaso. El escenario ya no es ni será el de antes.

El PP, gastado por la corrupción, la falta de iniciativa política y el débil liderazgo, aún intenta gobernar. Es una minoría, no tiene amigos ni cultura de pactos. No le convienen las elecciones anticipada­s. Pero ni con el apoyo de Ciudadanos sumaría una mayoría suficiente y, si obtuviera los votos que le faltan, su gobierno duraría poco. Ciudadanos (C’s) tampoco quiere unas elecciones anticipada­s a corto plazo, las últimas no le fueron bien, el PP se le impondría. El original es más creíble que la copia. PP y C’s son a la vez aliados forzosos y adversario­s que compiten por el poder. Un gran pacto con el PSOE conviene a los dos. Si no es posible habrá elecciones generales muy pronto.

El PSOE arrastra un fuerte lastre del pasado y vive una confrontac­ión interna permanente. Puede intentar construir un bloque alternativ­o con Podemos y sus aliados periférico­s pero el líder socialista está en precario y encontrará una oposición en su propio partido que puede ser letal. Ni el PSOE está por ahora dispuesto a dialogar sobre las consultas que plantean las nacionalid­ades históricas, en especial Catalunya, ni Podemos puede permitirse el lujo de perder el tercio de votos que aportan sus aliados. Una alianza o pacto con PP y/o con C’s no le convienen. Su baza es presentars­e como promotor de un cambio, o por lo menos que lo parezca. Unas nuevas elecciones generales le favorecen. Representa­rían el fracaso del PP y podrían soñar en repetir algo parecido al 1982, la primera victoria del PSOE. Su adversario, Podemos, está en proceso de construcci­ón y la prisa no es buena. Y en cuanto a C’s se ha aproximado demasiado al PP para aparecer como promotor del cambio. Pero veremos si puede resistir a las presiones a los poderes fácticos, económicos y mediáticos, que apoyan la propuesta de la triple alianza.

Se respira la decepción del pasado, el malestar del presente y la confusión sobre el futuro. Pero también se siente en amplios sectores de la ciudadanía un deseo de cambio que en parte lo han representa­do Podemos y sus aliados. Una prueba de la fuerza potencial de la aspiración al cambio es la reacción conservado­ra que se expresa en la “triple alianza” tan poco santa como la de Metternich que nos envió hace casi dos siglos para restablece­r al infausto Fernando VII. El “gran pacto de gobierno” entre PP, Ciudadanos y

PSOE recuerda tam- bién a los “7 magníficos” que reunió Fraga con López Rodó y otros personajes del franquismo después que murió el dictador. El PP y Rajoy lo proponen con insistenci­a y Ciudadanos lo apoya, pero para el PSOE sería fatal. Sería un regalo a Podemos que aparecería como la única alternativ­a y generaría un muy amplio rechazo social. Y el PSOE quedaría marcado irremisibl­emente como parte del ancien régime, la vieja casta de la transición. Sin embargo la presión que genera la “cuestión catalana” favorece la triple alianza. La constituci­ón de un gobierno catalán con un proyecto independen­tista se ha convertido en el gran argumento para armar un gran bloque conservado­r, la alianza a tres. Es una paradoja. Por una parte el PP, C’s y el PSOE menospreci­an la hoja de ruta del independen­tismo como un callejón sin salida. Es un enorme error devaluar el hecho que la mitad de la ciudadanía ha expresado, con más o menos intensidad, su aspiración a la independen­cia. Y de la otra mitad sólo una parte estaría claramente en contra. Pero también es cierto que el proyecto independen­tista unilateral que pretende ser ejecutado en un año y medio por medios legales y pacíficos forma parte de la “política ficción”. Y para destension­ar la cuestión bastaría que un gobierno español se mostrara dialogante y aceptara la consulta, que muy probableme­nte no sería favorable a la independen­cia. Por lo tanto es absurdo y deshonesto dramatizar la cuestión, crear un ambiente de “frente nacional” ante una amenaza poderosa e inminente y unir a toda España contra la Generalita­t de Catalunya. La llamada de Rajoy a la “santa alianza” no sólo es una manipulaci­ón, es una payasada. Es de esperar que el PSOE no se asuste por los aspaviento­s del conservadu­rismo rancio. Pero está por ver.

La llamada de Rajoy a la “santa alianza” no sólo es una manipulaci­ón, es una payasada

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JAVIER AGUILAR

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