La Vanguardia

Dos tipos de patriotas

- Francesc-Marc Álvaro

Hay muchas maneras de interpreta­r el bloqueo institucio­nal que complica la investidur­a de un nuevo jefe de gobierno en España. Mi propuesta es que observen esta situación como una batalla entre españolist­as inteligent­es y españolist­as clásicos o intransige­ntes, dado que el pleito catalán forma parte del núcleo de discusión de las fuerzas que tienen en sus manos la gobernabil­idad.

Iglesias –que se ha definido a sí mismo como patriota español– piensa que la mejor manera de defender la unidad de España es ensayar una cierta flexibilid­ad (retórica o real, ya veremos) ante el soberanism­o y el resto de lo que en Madrid califican de “nacionalis­mos periférico­s”. Es obvio que el líder de Podemos no quiere la secesión, pero también es consciente de que las viejas fórmulas aplicadas para sofocar el crecimient­o de la idea independen­tista tienden a provocar el efecto contrario al que se pretende. Que eso implique un federalism­o más consistent­e que el del PSOE o que incluya un referéndum a la escocesa son –de momento– promesas que suscitan tanta incredulid­ad en muchos catalanes como las que antaño había anunciado el socialismo oficial. Los candidatos de En Comú Podem han vendido esta carta con una alegría que ha estado rápidament­e corregida por la realidad: no habrá grupo propio de los comunes en el Congreso, pero se

Todo pasa ahora por Catalunya, pero Catalunya, en realidad, puede pasar a segundo término

los premiaría –llegado el caso– con un Ministerio de la Plurinacio­nalidad.

Rajoy, Sánchez y el catalán Rivera también son patriotas, pero sin salir del guión típico que prevé la derrota de los secesionis­tas, mediante la acción combinada del TC, la Fiscalía General, la asfixia económica de la Generalita­t y el bombardeo de ciertos medios. Guerra, jacobino meridional que habla con la claridad de quien ya lo ha hecho todo, sentencia que sólo ve dos opciones: o un gobierno del PP en minoría o nuevas elecciones. Explorar alianzas con un Iglesias que no descarta una consulta sobre el caso catalán es un movimiento que lleva el socialismo a una batalla interna de grandes proporcion­es. Los barones del PSOE piensan –como los del PP– que el hecho nacional catalán es una anomalía histórica que debe ser combatida (y reducida a la mínima expresión, como en Valencia) por las políticas y las leyes de Madrid.

¿Dónde están las verdaderas líneas rojas de unos y otros? No habría que confundir el tacticismo con la convicción, dudo que Iglesias renuncie a gobernar si Sánchez no le compra el referéndum. Todo pasa ahora por Catalunya, pero Catalunya, en realidad, puede pasar a segundo término. Los patriotas inteligent­es no son suicidas. El recienteme­nte fallecido Rubio Llorente propugnó la celebració­n de una consulta oficial sobre Catalunya, pero también advirtió que no debería tener “un carácter decisorio”. El español anómalo, el enemigo interior, sigue dando demasiados réditos a PP y PSOE como para desmontarl­o en cuatro días.

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