La cultura de coalición se adquiere con rapidez
Por razones de sistema electoral, las coaliciones, grandes o de otro tipo, son lo habitual en Alemania, y políticos y ciudadanos se han ido acostumbrando. Hasta tal punto son habituales que lo usual y elegante en campaña electoral es que cada partido explicite su postura sobre posibles gobiernos de coalición en que participaría, de modo que la ciudadanía sepa a qué atenerse antes de ir a votar. En cierto modo, aunque un alemán vota a un partido, tiene también presente qué coalición se formará. Luego, los acuerdos de coalición para gobernar se detallan por escrito y se firman, y suelen tener título: el actual de Merkel y SPD se titula Labrar el futuro de Alemania. La cultura de coalición se aprende con rapidez, a juicio del politólogo Gerd Strohmeier, que cita al respecto el caso del Reino Unido, que desde 1945 hasta el 2010 tuvo Gobiernos monocolor, y de pronto del 2010 al 2015 se vio con un ejecutivo de coalición de conservadores y liberaldemócratas, el primer gabinete de David Cameron. En el engarce entre la CDU, la forma- ción democristiana de Angela Merkel, y la socialcristiana CSU, su hermana bávara, hay un dato procedimental interesante para la España actual. Ambas concurren juntas a las elecciones generales, pero en Baviera los electores sólo pueden votar a la CSU, en cierto modo como hizo Podemos con las confluencias en Catalunya, Galicia y Valencia. Sin embargo, una vez en el Bundestag (Cámara Baja), los diputados de CDU y CSU forman un único grupo parlamentario, pues no se considera que sean candidaturas distintas.