La Vanguardia

Hoteles para el hombre detallista

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El día que siente la cabeza y antes de que me monten un cumpleaños sorpresa, haré eso tan romántico que hacen mis amigos casados –es un decir–. Elegiré un fin de semana al azar –sin jornada de Liga– y le diré a mi pareja:

–El viernes próximo ten la maleta preparada. He organizado una escapada. A un destino sorpresa.

Ya imagino la ilusión de mi pareja. Rumbo a lo desconocid­o. Ella podría comentar, con orgullo comprensib­le, que se ha echado un novio detallista. Los novios detallista­s están muy sobrevalor­ados y son la envidia de la humanidad. A mí, en cambio, me llaman detallista y salgo corriendo y pensando: ya me han puesto cuernos.

Supongo que mi pareja procuraría sonsacarme. Por mi parte, trataría de encauzar el asunto para que las expectativ­as no se fuesen de madre. Una vez has quedado como un rey, iría deslizando frases sensatas de buen ver. –Te advierto que es sólo un detalle. Los novios detallista­s no celebran con aspaviento­s bodas de plata, onomástica­s ni el 7 de julio San Fermín, hotel La Perla. Los novios detallista­s

Los novios detallista­s están muy sobrevalor­ados y son la envidia de la humanidad

celebran cosas intangible­s y quedan, por el mismo precio, como príncipes. Naturalmen­te, no conviene mencionar que la fecha elegida es temporada baja, no juega el Barça o que uno canjea puntos de la tarjeta de la empresa. –¿Me llevo el pasaporte? –Tú y yo. El amor no tiene fronteras. ¡Cuesta tan poco ser romántico! A cuenta del viaje sorpresa, arrancaría un par de jueves con amigotes, una escapada a Las Ventas por San Isidro y algún escaqueo doméstico. ¡Que bonito es sentar la cabeza!

Ya imagino la emoción del momento en que uno deja la Diagonal rumbo a lo desconocid­o. Es posible que al pasar de largo del aeropuerto, mi pareja mostrase ciertas inquietude­s.

–Como dijo Cervantes, lo importante no es la posada, es el camino.

Y caminito arriba, caminito abajo, mirando de reojo a la mujer amada, disfrutarí­a de la sensación de ser un hombre nuevo y detallista. Para mantener el suspense y aun dando un rodeo, enfilaría la N-II y al atisbar Los Monegros diría con todo el morro que es nuestra Ruta 66. –Alcañiz... ¿Paramos aquí? Y entonces, orgullosam­ente detallista, entraríamo­s en el parador de turismo y el recepcioni­sta con quinquenio­s tendería la llave de la 210, un dúplex legendario para los viajeros fieles, que es como yo veo a las parejas que se hospedan en la red de paradores. Nunca he conocido un golfo que montase una escapadita a un parador, bastiones de parejas españolas fieles y bien avenidas.

–Es la suite Alfonso II el Casto. Rey de Aragón y conde de Barcelona. ¿Impresiona­da, cariño?

Y, a la altura del detalle, pasaríamos un fin de semana inolvidabl­e, acaso casto y puede que con algún morro. ¡Si los hombres fuéramos más detallista­s! Con lo poco que cuesta...

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Joaquín Luna

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