Cómo se salvaron los murales de Sijena
En octubre de 1936 Gudiol dirige el rescate de las pinturas que se han librado de la quema
La página en internet del municipio de Villanueva de Sijena se refiere al monasterio de Santa María de Sijena diciendo que “resultó incendiado y casi completamente destruido por milicianos de las columnas anarquistas procedentes de Barcelona, durante los primeros días de la guerra civil de 1936” y “lo poco que se salvó del fuego fue saqueado y malvendido fraudulentamente luego por los incendiarios”. Es decir, fue destruido por unos milicianos catalanes y con lo que se salvó, estos aún hicieron negocio, de tal manera que “los frescos y dibujos que cubrían muchas de las paredes del monasterio fueron arrancados y algunos de ellos se exhiben actualmente en el MNAC”.
Este argumento ha sido repetido por el propio alcalde de Sijena durante el juicio celebrado esta semana en Huesca en la demanda presentada por el Gobierno aragonés contra la Generalitat y el MNAC para exigir la devolución de los murales románicos. Es decir, se apunta una relación entre quienes vinieron de Barcelona para incendiar el monasterio (monumento nacional desde 1923) y los funcionarios catalanes que se llevaron los frescos. Pero la historia demuestra que no hubo esa concatenación y que quien fue a rescatar esas pinturas, dos meses más tarde y al saber que estaban a la intemperie, el arquitecto e historiador Josep Gudiol, arriesgó incluso su vida para salvar lo que quedaba.
Villanueva de Sijena era un pueblo con mayoría de derechas, pero tras el levantamiento militar quedó en zona republicana. Unos días después, el 3 de agosto, pasa por allí una columna de milicianos, al parecer procedentes de Barcelona, que se dirigía hacia el frente. Es el mismo día que salen aviones desde Sariñena para bombardear la basílica del Pilar. La llegada de esta columna se traduce en el fusilamiento de uno de los sacerdotes responsables del monasterio y en el posterior incendio del recinto, que estuvo varios días ardiendo. La rumorología popular lo atribuyó a la columna de Durruti, pero los historiadores se inclinan por señalar que se trataba de la columna, patrocinada por el PSUC, que luego se llamó de Karl Marx y a la que también se habían sumado voluntarios extranjeros. Otra leyenda no demostrada señala que cuando unas semanas más tarde el líder anarquista Durruti pasó por la población dijo al comité revolucionario: “Cerrad este recinto y poned una guardia, porque una fotografía de esto nos hará más mal que todos los cañones de los fascistas juntos”. Esta frase está recogida también en la web municipal de Sijena.
La guerra y la dificultad para comunicarse hizo que se tardase varios días en conocer el alcance de este incendio. Gudiol, que era jefe de negociado de segunda de la Sección de Monumentos de la Generalitat, explicó en sus memorias que fue el escultor Apel·les Fenosa quien les puso sobre aviso. Y entonces decidió emprender, con el pintor Antoni G. Lamolla y el fotógrafo Robert, un viaje por los municipios de la Franja aragonesa de- pendientes de la diócesis de Lleida para conocer la situación de primera mano. En Alquézar se alojaron en un hostal y a las tres de la madrugada un grupo de milicianos los despertó y se los llevó detenidos, creyendo que eran ladrones de antigüedades, y sólo la intervención de un profesor que ya los conocía de otras operaciones de salvamento los libró de ser fusilados. Al ver el desastre de Sijena, Gudiol regresó a Barcelona con la inten- ción de recabar fondos para salvar lo que quedaba de las pinturas románicas. Logró reunir 4.000 pesetas directamente del conseller Ventura Gassol y se llevó a dos especialistas que habían aprendido de Arturo Cividini la técnica del strappo. Eso sucedió en el mes de octubre, y con la ayuda de gente del pueblo pudieron arrancar las pinturas y trasladarlas a la casa Amatller, del paseo de Gràcia, donde se hizo una primera restauración.