Casa abrigada y con vistas
Placas aislantes y pintura hacen que las paredes conserven la temperatura
Tocas y ya no da frío. Antes notabas ese cemento, sobre todo en los pisos que miran a la montaña, a los que sólo les da el sol de la tarde. Tardaron años en crear la partida presupuestaria, que esto viene de lejos, pero estamos contentos”, aseguran los vecinos de dos bloques rojos y grises de la Via Favència que fueron remodelados el año pasado.
“Son dos o tres grados de diferencia”, coinciden David Marín, estudiante de Fisioterapia, 30 años, vecino de toda la vida en el 5.º, y Gerardo Domingo, del 8.º y expresidente de la comunidad. La calefacción no se dispara. Se nota. Pagaron hace ya cuatro o cinco años unos 2.000 euros por las placas aislantes y la pintura. El resto lo pusieron la Generalitat (60%) y el Ayuntamiento (25%). Pero se olvidaron de aislar los bajos comerciales, la ayuda sólo estaba prevista para las viviendas, 49 por bloque. Así que en los locales comerciales el frío sube por las sillas, se nota, por primera vez este cálido invierno. Y parece que no se va a arreglar.
Donde el contento es más dispar es en la decoración de las fachadas. “Yo, los dibujitos, qué quieres que te diga, me sobran”, opina el actual presidente de la comunidad, Juan Quijada, vecino del 9.º. Los grafitis –gris sobre gris y algún detalle rojo– muestran escenas de pájaros, de mujeres con sus cestos de la compra, de ciclistas. “Elegimos el proyecto que más nos gustó, intentamos hacerlo lo mejor posible”, se disculpa el anterior presidente, del 8.º.
“A mí lo que me encanta es esa luz anaranjada que inunda el co- medor cuando le pega el sol a la pintura roja”, defiende Francisco Molina, jubilado, 69 años, que convive con su madre, Rosa Pérez, de 94, que no ve y oye poco, en el bajo del edificio. Este, sí, aislado, “porque es vivienda”. Esa pintura roja, nada que ver con la triste y desvaída de antes, le da mucha alegría a su casa de 80 metros, tres habitaciones, un baño, una cocina y un comedor con vistas al mar por donde se cuela la luz anaranjada.
La lucha empezó muchos años atrás. “La asociación de vecinos lleva tiempo reclamando estas remodelaciones y ha costado años conseguirlas”, recuerda Domingo. Las casas son de los setenta. “Se construyeron –dice– con moldes prefabricados que hacían ahí mismo, donde ahora está el aparcamiento, que al menos ya tiene asfalto, que hay que ver cómo se ponía esto en cuanto caían cuatro gotas. Y, como muchas de las casas de Canyelles, estos edificios tienen patología de carbonatación. Las varillas que arman el cemento están demasiado superficiales y con la humedad se oxidan y lo revientan. Por eso caían trozos y la fachada estaba tan mal. Hasta que la arreglaron estaba como aquel edificio de allá atrás. Dicen que este invierno empezarán con ellos”.
Las placas de aislamiento térmico tienen ese doble efecto: la patología de las paredes se detiene, no empeora. Al cemento también le va bien menos frío y menos
humedad. Medio barrio está afectado por la carbonatación.
Y eso que los pisos llegaron a estar por las nubes. “A nosotros nos costó, en 1999, 15 millones de pesetas”, cuenta Juan Quijada. “Y al cabo de dos años, al cambiar de banco la hipoteca, nos lo valora- ron en 40 millones. Un disparate, pero así era”.
Los bloques remodelados, la mitad con envidiables vistas al mar, están habitados por vecinos de toda la vida, muchos con sus perros pequeños que pasean ami- gablemente alrededor. Pertenecen a un barrio cañero: “Somos los que hemos estado protestando y protestando por el cierre de las urgencias en el CAP”. Antes protagonizaron otras muchas batallas, como conseguir que cubrieran la ronda, “un murmullo que no molesta casi”, o para que se arreglaran aquellos pisos del patronato que se desmoronaban a los 20 años de haber sido construidos con prisas y materiales “muy justitos”.
Ahora esperan que se noten los cambios. Sin ir más lejos, en los ajardinamientos con plantas demasiado altas y poco cuidadas, que dependen del Ayuntamiento y son un nido de basuras y ratas. Y en el cambio del pavimento en los paseos, que se ha quedado a medias, justo a la mitad del polígono.
Peleones y satisfechos de tener un barrio tranquilo y una casa más abrigada y con buenas vistas.
La remodelación de dos bloques de Via Favència ha tardado años en ser aprobada tras una larga reclamación vecinal