El guardameta errante
Víctor Valdés encuentra refugio en Lieja tras dos años en los que le ha salido todo fatal
Seis Ligas y otras seis Supercopas, dos Copas del Rey, dos Mundiales de clubs, dos Supercopas de Europa y tres Champions con un protagonismo salvador con el Barcelona, además de un Mundial y una Eurocopa con España. Ese palmarés habla de lo grande que ha sido Víctor Valdés (l’Hospitalet, 14/I/1982). Pero en su biografía para definirse en Twitter sólo aparece un mérito: autor del libro El método V. Ese es el único logro que, según parece, merece ser destacado como si el 26 de marzo de 2014, el día que se rompió la rodilla en el Camp Nou jugando contra el Celta, él mismo se hubiese obligado a hacer borrón y cuenta nueva. Y es que a veces es tan duro el exilio exterior forzado como el exilio interior voluntario. Ambos coinciden en el caso de Valdés, al que todo le ha salido del revés en los dos últimos años hasta ir a parar al Standard de Lieja.
El anuncio. Todo empezó con un comunicado. Valdés estaba en plenitud física y en la edad perfecta, pero una tarde de enero del 2013 hizo llegar a la agencia Efe un escrito donde manifestaba su “decisión irrevocable de no renovar, evitando así entrar a valorar temas económicos”. Su representante se reunió con el Barça y se lo dejó claro al entonces secretario técnico, Andoni Zubizarreta. Su voluntad de abandonar el Barça al final de su contrato en junio del 2014 era inflexible y daba al club 15 meses para digerir su marcha y buscarle sustituto. Al final, llegarían Ter Stegen, Bravo y un triplete. Ya que él nunca se permitió cambiar de opinión con la excusa de “conocer otras culturas”.
El final. Evitó el gol de Orellana, pero en su partido 535 con el Barcelona llegó la lesión. Se acabó. Y se aisló. Se operó en Alemania y se trasladó a Augsburgo para la recuperación. No regresó para despedirse de la afición. No estuvo ni siquiera en el último partido de la temporada para animar a sus compañeros, que se jugaban la Liga en el Camp Nou contra el Atlético. “La gente esperaba más de mí. Me recrimino este tipo de actitudes”, confesó en una entrevista en Colombia.
El limbo. Su mente y su esfuerzo estaban puestos en la recuperación. Tenía que convencer al Mónaco. Pero el club monegasco no respetó el preacuerdo alcanzado esgrimiendo el problema de rodilla. Se quedaba tirado. En el limbo. Sin equipo.
El divorcio. Hasta que Louis van Gaal le repescó en enero del 2015. Tenía una oferta del Liverpool, pero fue al Manchester United con el técnico que le hizo debutar en el Barça en el 2002, donde se estrenó en el penúltimo partido del curso por lesión de De Gea. Pero en la pretemporada hubo un nuevo divorcio entre ellos. “No sigue la filosofía del club”, le echó en cara el holandés, que lo apartó de la plantilla, le quitó el dorsal, le hizo entrenar en solitario y le marginó hasta de una cena benéfica por, según la versión oficial, negarse a jugar con el equipo reserva. Valdés respondió con fotos de varios partidos con los sub-21. No había marcha atrás. Sólo una nueva puerta que se cerraba.
La salida. Valdés apareció ayer en el palco del estadio Maurice Dufrasne. El séptimo clasificado de la liga Jupiler es su nuevo equipo. El destino, una vez más, inesperado, ya que el Standard no gana la Liga desde el 2009. Tanto se le había perdido la pista a Víctor que sorprendió verle con pelo. Con aquel cabello negro, liso y de punta, como las hojas de una piña, de sus primeros años. Quizás no sea casual. El portero jugará medio año cedido para reencontrarse, para demostrar su valor después de convertirse en el guardameta errante. Tendrá que competir con el belga Guillaume Hubert y el francés Yohann Thuram. Después de París, Roma y Londres, Valdés podría haber ido donde quisiera. Pero lo cierto es que Lieja chirría en esta lista. No cuadra. Allí seguirá la duda de qué hubiese ocurrido si una, sólo una, de esas decisiones la hubiese tomado distinta. Pero entonces ya no sería Valdés.
NI MÓNACO NI OLD TRAFFORD Después de las finales de París, Roma y Londres podría haber ido donde quisiese, pero no acertó
UN CARÁCTER DIFÍCIL En el caso del portero coinciden un exilio exterior obligado y un aislamiento interior voluntario