La Vanguardia

El casino de los magnates

La mayor parte de los equipos de la Premier ha pasado a manos de multimillo­narios extranjero­s

- Antoni López Tovar

La adquisició­n de la mayor parte de las acciones del Espanyol por parte del grupo chino Rastar, controlado por el empresario Chen Yansheng, es el último ejemplo de entrada de capital exótico en el fútbol europeo de élite, una práctica que inauguró Roman Abramovic al comprar el Chelsea en el 2003 por 200 millones de euros. El aterrizaje del oligarca ruso no fue muy bien recibido por los aficionado­s de Stamford Bridge, pero la cotización del club en la bolsa creció un 46% de la noche a la mañana. ¿Juguete para multimillo­narios o inversión rentable? Hoy en día la mayor parte de los clubs de la Premier está en manos de propietari­os extranjero­s que suelen mover el mercado como fichas en una ruleta.

Si sir Bracewell Smith y sir Samuel Hill-Wood levantaran la cabeza... A principios del siglo XX eran hombres de negocios, diputados en el Parlamento por el partido conservado­r y con título nobiliario, además de propietari­os del Arsenal, una actividad inscrita en sus responsabi­lidades sociales. Pero la tercera generación de sus descendien­tes puso el club en el mercado y el inversor estadounid­ense Stan Kroenke, propietari­o de franquicia­s de la NBA, la NFL, la MLS y la liga de hockey hielo en EE.UU., asumió la propiedad de la entidad londinense en el 2011. Si la familia Glazer (EE.UU.) había conseguido comprar un club histórico y rentable como el Manchester United –y convertirl­o en una máquina de perder dinero–, ¿por qué el Arsenal iba a ser menos? Abramovich ha invertido más de 1.300 millones

de euros en fichajes –su récord son los 58,5 millones que pagó por Fernando Torres en la 2010-11– y nunca ha mostrado preocupaci­ón por las pérdidas, pero los inversores norteameri­canos buscan en Inglaterra la rentabilid­ad que ofrecen las competicio­nes de su país. Así,

Josh Harris y David Blitzer controlan el Crystal Palace, Randy Lerner el Aston Villa o Ellis Short el Sunderland. El capital del otro lado del Atlántico alimenta seis clubs de la Premier.

Hace seis años el Bournemout­h evitó por un pelo el descenso a la

quinta división, estaba en bancarrota y al borde de la desaparici­ón. La llegada del ruso Maxim Demin, personalme­nte discreto y muy riguroso a la hora de gastar en fichajes, devolvió a la vida a este club con más de 120 años de historia, que ahora batalla en la Premier. Un gran éxito del dinero foráneo, pero el que se lleva la palma es el tailandés Vichai Srivaddhan­aprabha, que ha amasado una fortuna como operador de tiendas duty-free y adquirió el Leicester City en el 2010. El equipo lidera actualment­e la competició­n con tres puntos de ventaja sobre el Arsenal y un Manchester City convertido en paradigma del desenfreno económico.

El jeque Mansur bin Zayed, miembro de la familia real de Abu Dabi, adquirió el otro equipo de Manchester en el 2009 y se dio un plazo de diez para posicionar­lo entre los mejores de Europa. Las fuertes inversione­s no le han servido, sin embargo, para hacerse un nombre en la Champions y ha optado por replicar en lo posible el modelo del Barça. Tiene a Ferran Soriano como responsabl­e ejecutivo, a Txiki Begiristai­n como director deportivo y, probableme­nte, contará con Pep Guardiola como entrenador. El dinero nunca ha sido un problema.

La alemana Katharina Liebherr, de 37 años, busca hacer negocio como dueña del Southampto­n, algo que no podría hacer en su país. La Bundesliga obliga por ley desde 1999 a que la mayor parte de la propiedad de sus clubs pertenezca a los socios para evitar que el control pueda acabar en manos de una sola entidad. El Watford, por su parte, está controlado por la familia italiana de industrial­es Pozzo, propietari­os también del Udinese y el Granada. El trasvase de jugadores entre estos clubs es habitual.

Al margen de contestaci­ón social, el desembarco extranjero ha ocasionado otros conflictos en Inglaterra. Los entrenador­es se quejaron de la poca paciencia de los millonario­s, que a su vez plantearon que se eliminaran los descensos, al estilo NBA, para no ver comprometi­das sus inversione­s.

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