¿Por qué ya no huelo?
Infección, inflamacióny traumatismo, principales causas de la pérdida del olfato
Hay quien jura por sus ojos, porque sabe que, sin ellos, su vida cambiaría por completo. Pero, ¿existe alguien que jure por su olfato? Y, sin embargo, el eterno olvidado de los cinco sentidos desempeña un papel fundamental en la percepción del sabor. O, dicho de otro modo, en una de las actividades más placenteras para el ser humano: la de comer. La pérdida total del olfato –la anosmia– mella la calidad de vida de quien la padece; e incluso puede ponerle en riesgo en ciertas situaciones: a través de la nariz, detectamos los escapes de gas o sabemos si la comida está en mal estado. En este brete se hallan, según el estudio Olfacat, una de cada 300 personas. Y casi una de cada cinco padece algún trastorno de pérdida de olfato, un sentido discreto pero clave para el bienestar.
Tres causas principales
“Es precisamente al comer cuando se suele detectar una alteración en el olfato: las cosas no saben como antes”, explica el Dr. Joaquim Mullol, miembro de la Societat Catalana d’Otorinolaringologia de la Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya. Las principales causas de la pérdida olfativa, añade, son tres: las infecciones víricas, la inflamación nasosinusal y los traumatismos craneoencefálicos. “Entre las tres, suman alrededor del 70% de los casos”, afirma Mullol.
Las infecciones víricas son las responsables de la mayoría de anosmias. “Los resfriados acarrean alteraciones en el olfato por la inflamación de la nariz. Pero, a veces –y sin que se sepa por qué; tal vez por predisposición genética o lesiones en el epitelio neuro olfativo–, lo transitorio se hace permanente. La lesión neuronal no se puede tratar, así que lo único que se puede hacer es estimular la percepción olfativa mediante entrenamiento olfativo”, agrega Mullol. Si, en cambio, el origen es una inflamación nasosinusal –una rinitis alérgica grave o una rinosinusitis crónica con poliposis nasal, por ejemplo–, los antiinflamatorios –básicamente los corticoides intranasales u orales– permiten recuperar el olfato en la medida en que mitigan la inflamación crónica que ha provocado su pérdida. Y es que no hay un tratamiento que mejore la pérdida del olfato, sino tratamientos que mejoran la enfermedad que la causa. Si la causa es tratable, el olfato se puede mejorar. Si no, no.
En cuanto a los trastornos por traumatismos, se producen, en general, por un movimiento brusco del cerebro dentro del craneo, lo cual ocasiona un fregado de la zona olfativa, que queda dañada. Los latigazos, tan comunes en los accidentes de tráfico, parecen ser una causa habitual de pérdida del olfato –casi un tercio de quienes sufren un accidente de coche pierden olfato–. El tratamiento, en este caso, vuelve a ser la estimulación olfativa: exponer al paciente a diferentes olores durante un tiempo. Así se puede mejorar, aunque sea ligeramente, las puntuaciones de la percepción olfativa.