Pienso mal, luego sufro
Cada persona puede tener alrededor de sesenta mil pensamientos diarios, ante los cuales el cuerpo reacciona. Los pensamientos son los responsables de los sentimientos. Aunque se suele creer lo contrario, los razonamientos siempre preceden a los sentimientos. No no se pueden sentir emociones como la ira, el odio o los celos sin antes haber tenido idénticas ideas vinculadas a la ira, el odio o los celos. También sucede a menudo que en la mayoría de ocasiones no se identifican estos razonamientos. Y es que, a veces, son tan rápidos que pasan inadvertidos.
Tomar concencia Marisa Navarro, doctora en medicina por la Universidad de Alicante, explica en su libro La me
dicina emocional, que para encontrarse bien, lo primero que se debe hacer es “estar atento a los pensamientos negativos para poder frenarlos y tomar conciencia de la gravedad de sufrir ese tipo de ideas constantemente, teniendo en cuenta que estas no suelen venir solas, y que a las primeras se les van sumando otras”.
“No es cuestión de estar atentos a todos”, afirma Navarro, puesto que sería imposible, pero lo que sí se puede hacer es, en el momento en el que se siente una emoción negativa, investigar el pensamiento que la está produciendo. Una vez identificado, se debe pasar a la acción para apartarlo. Hasta ahora se decía que para frenar los malos razonamientos se debían crear pensamientos positivos y pensar en cosas positivas, pero esta técnica no suele funcionar.
Para ser más optimistas, lo primero a hacer es calmar los pensamientos negativos, sin tratar de argumentarlos y cuestionarlos, pues con ello “lo único que se consigue es alimentar el diálogo interior que estamos teniendo y reafirmar en muchos casos las sensaciones y perspectivas negativas. Lo que tenemos que hacer es cortarlas, como sea y cuanto antes mejor, no permitiendo que se desarrollen”.