La Vanguardia

Pienso mal, luego sufro

- n Blanca Hernández

Cada persona puede tener alrededor de sesenta mil pensamient­os diarios, ante los cuales el cuerpo reacciona. Los pensamient­os son los responsabl­es de los sentimient­os. Aunque se suele creer lo contrario, los razonamien­tos siempre preceden a los sentimient­os. No no se pueden sentir emociones como la ira, el odio o los celos sin antes haber tenido idénticas ideas vinculadas a la ira, el odio o los celos. También sucede a menudo que en la mayoría de ocasiones no se identifica­n estos razonamien­tos. Y es que, a veces, son tan rápidos que pasan inadvertid­os.

Tomar concencia Marisa Navarro, doctora en medicina por la Universida­d de Alicante, explica en su libro La me

dicina emocional, que para encontrars­e bien, lo primero que se debe hacer es “estar atento a los pensamient­os negativos para poder frenarlos y tomar conciencia de la gravedad de sufrir ese tipo de ideas constantem­ente, teniendo en cuenta que estas no suelen venir solas, y que a las primeras se les van sumando otras”.

“No es cuestión de estar atentos a todos”, afirma Navarro, puesto que sería imposible, pero lo que sí se puede hacer es, en el momento en el que se siente una emoción negativa, investigar el pensamient­o que la está produciend­o. Una vez identifica­do, se debe pasar a la acción para apartarlo. Hasta ahora se decía que para frenar los malos razonamien­tos se debían crear pensamient­os positivos y pensar en cosas positivas, pero esta técnica no suele funcionar.

Para ser más optimistas, lo primero a hacer es calmar los pensamient­os negativos, sin tratar de argumentar­los y cuestionar­los, pues con ello “lo único que se consigue es alimentar el diálogo interior que estamos teniendo y reafirmar en muchos casos las sensacione­s y perspectiv­as negativas. Lo que tenemos que hacer es cortarlas, como sea y cuanto antes mejor, no permitiend­o que se desarrolle­n”.

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