Diez por uno
Se nos dijo que la cabeza de un israelí vale por la de diez palestinos”. La información que, según Anna Gabriel, recibieron los negociadores de la CUP de un miembro de la comisión negociadora de Junts pel Sí no se corresponde con la famosa ley de talión que regulaba el derecho penal de Israel con relación a los daños físicos de acuerdo con el código de la Alianza y que respondía al principio “vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie” ( Deuteronomio 19: 21). La proporción que refleja tampoco encuentra correspondencia con lo que estipula la Torá en el caso del robo y la muerte de un buey o una oveja (el pago de “cinco bueyes por buey y cuatro ovejas por oveja”, Éxodo 21: 37). Ni con lo que en Deuteronomio 20 se establece para la guerra, donde se contempla, como, según algunas fuentes, también contempló algún negociador de Junts pel Sí para el grupo parlamentario de la CUP, la posibilidad de la destrucción total del enemigo. Según aquella información, el precio de las cabezas de los diputados de la CUP en el mercado de la represalia coincidiría con el que los alemanes fijaron, durante la Segunda Guerra Mundial, por la cabeza de los ciudadanos de los estados que habían ocupado, donde la norma del diez por uno (diez rehenes ejecutados por cada alemán muerto por la resistencia) se convirtió en un procedimiento habitual.
Uno de los episodios más recordados de la aplicación de esta norma fue la masacre de las Fosas Ardeatinas de Roma (24 de marzo de 1944), en que las tropas de ocupación de la Alemania nazi asesinaron a más de trescientos civiles italianos, entre ellos numerosos judíos, como venganza del atentado de la vía Rasella perpetrado por los Grupos de Acción Patriótica. A pesar de que las convenciones de La Haya y de Ginebra prohibían este tipo de represalias, las autoridades militares buscaron una justificación jurídica y parece que la quisieron encontrar en la doctrina del derecho a la faida o venganza ( Fehderecht), recogido en las viejas leyes germánicas. A los juristas nazis les fascinaba esta doctrina, que, como señaló el historiador Marc Bloch, fue el signo bajo el que vivió toda la Edad Media y particularmente la época feudal. El mundo medieval era un mundo de guerras privadas entre clanes o familias que aspiraban a la hegemonía y que luchaban para medir sus fuerzas sin querer compartir el poder. En estas guerras, la faida, el recurso a la venganza privada por parte de un clan que se sentía injuriado por las acciones de otro, era una moneda corriente, y también el establecimiento de treguas y acuerdos provisionales entre clanes, que solían concretarse en negociaciones en las que quien partía de una situación de fuerza decidía el precio de la sangre propia derramada. El nacimiento del Estado moderno significó el envío del derecho a la faida a las buhardillas de la historia, donde se encontraba cuando en los nazis lo quisieron reciclar. Desde entonces, la concepción de la justicia y del honor en que se fundamentaba parecía reservada a las asociaciones mafiosas.
El nacimiento del Estado moderno significó el envío del derecho a la ‘faida’ a las buhardillas de la historia