Sangre en los canales
En el intento de recuperar sus raíces y el fútbol total para regresar a la cumbre europea, leyendas del Ajax como Bergkamp, Frank de Boer y Wim Jonk han acabado enfrentados
Hay objetivos que escapan incluso al genio y la ambición del gran Johan Cruyff. Como por ejemplo resucitar al Ajax de Amsterdam –más allá de la mediocridad de la Eredivisie (primera división holandesa)– y devolverlo a la élite europea. Lejos de lograrlo, su proyecto ha acabado en una guerra civil que ha convertido a compañeros y amigos de toda la vida en enemigos jurados. Sobre el papel, la idea era magnífica. Reunir a algunos de los mejores jugadores en la historia del club (Overmars, Bergkamp, los hermanos De Boer, Edwin van der Sar, Wim Jonk, Jaap Stam, Winston Bogarde...) para recuperar el estilo de juego y las esencias que le dieron tres Copas de Europa seguidas entre 1970 y 1973, y otra más a mediados de los noventa. En la práctica, sin embargo, lo que ha tenido lugar es un cisma.
Frank de Boer sigue de entrenador, después de haber alzado cuatro títulos de liga en las últimas cinco temporadas, y tiene al equipo líder este año con tres puntos de ventaja sobre el PSV Eindhoven y once sobre el eterno rival Feyenoord. Otra cosa, sin embargo, es la Champions. Conquistar el título escapa desde hace mucho tiempo a sus posibilidades, pero este año ni tan siquiera ha llegado a la fase de grupos y no ha tenido la ocasión de medirse (como la campaña pasada) con gigantes como el Barcelona. Las ilusiones al respecto quedaron truncadas en la tercera ronda clasificatoria, cuando cayó eliminado por el Rapid de Viena. El puesto 31 que ocupa en el ranking de la UEFA, por detrás de Lazio y Galatasaray, entre el Dnipro y el Dinamo de Kíev, justo por arriba de la Fiorentina y el Rubin Kazán, lo dice todo.
Pero lo más triste no es el ocaso de la gloria europea (algo que le puede pasar a cualquiera, sobre todo con un potencial financiero limita- do y poco dinero para fichajes sonados), sino el muro que se ha erigido entre algunos de los protagonistas. Sobre todo entre Dennis Bergkamp y Wim Jonk, inseparables durante muchos años, amigos del alma que compartían habitación en los viajes, se marcharon juntos al Inter, vinieron juntos a Inglaterra y se entendían sobre el terreno de juego sólo con la mirada. En los despachos desarrollaron diferencias irreconciliables (el primero, asistente de De Boer y director técnico; el segundo, responsable del desarrollo de jóvenes promesas) que acabaron en un divorcio en toda regla. El proyecto de Cruyff ha sido un cáliz envenenado para una amistad forjada en dos décadas.
El plan de Johan era restaurar lo que siempre ha sido el punto fuerte del club, que es la formación de la cantera y la práctica dentro de sus actuales limitaciones técnicas del fútbol total inventado por Rinus Michels en los setenta. En la fase de formación de los jóvenes, poner énfasis en el desarrollo de la técnica individual en vez del juego de equipo, y prescindir de partidos competitivos. El mensaje estaba claro, se suponía que todo el mundo estaba de acuerdo, y al principio el éxito fue incuestionable. Huérfanos de ligas desde el 2004, de Joden (los judíos, así apodados porque para llegar a su viejo estadio había que pasar por el antiguo gueto de Amsterdam) ganaron la del 2010-2011, y todas las disputadas desde entonces menos la de la última temporada. Pero no ha sido suficiente, por rencillas sobre la filosofía y la metodología, y la desconexión cada vez mayor con las élite europeas. Cruyff ha abandonado su papel como consejero del Ajax a raíz de su enfermedad, Jonk ha dimitido, los demás están peleados, y el Ajax más lejos si cabe de las glorias del pasado.
El equipo de Amsterdam ha ganado las últimas cuatro ligas, pero sigue muy lejos de lo que fue en los setenta