La Vanguardia

Moscú ayuda a Damasco

Las milicias laicas y nacionalis­tas retroceden en Deraa ante el poder aéreo ruso

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La aviación rusa ha sido decisiva para que el ejército sirio reconquist­e la ciudad de Sheij Miskin, en la provincia de Deraa, única zona del país dominada todavía por milicias laicas y nacionalis­tas.

La aviación rusa ha sido decisiva para que el ejército sirio reconquist­e la ciudad de Sheij Miskin, en la provincia de Deraa, única zona del país dominada todavía por milicias laicas y nacionalis­tas.

Sheij Miskin tiene una clara importanci­a estratégic­a porque está en la ruta que conecta Damasco con Dera y la frontera jordana. La batalla ha durado un mes y las fuerzas regulares sirias entraron ayer de madrugada.

El resultado de esta batalla, además, explica muy bien qué está pasando en Siria y ayuda a entender también las grandes dificultad­es que afrontan las negociacio­nes de paz de Ginebra.

Serguéi Lavrov, ministro ruso de Asuntos Exteriores, no pudo ser más claro ayer en Moscú cuando aseguró ante la prensa que “la intervenci­ón (de la fuerza aérea rusa) ha cambiado el curso de la guerra” porque “ha contribuid­o a reducir el territorio en poder de los terrorista­s”.

Quién es y quién deja de ser un terrorista en una guerra que se libra a varias bandas es difícil de concretar. Estados Unidos y sus aliados, por ejemplo, consideran que las milicias laicas y nacionalis­tas, como las que ayer perdieron Sheij Miskin, no son grupos terrorista­s, sino las fuerzas a las que todo el mundo debería apoyar para acabar con el régimen de Bashar el Asad.

Está claro que Asad considera terrorista­s a todos sus enemigos, empezando por los habitantes de Deraa, la ciudad donde hace casi cinco años estalló la revolución que ha derivado en esta guerra civil. El ejército y la policía, a las órdenes de Asad, reprimiero­n entonces a sangre y fuego las manifestac­iones pacíficas en demanda de más derechos y libertades.

Rusia ha dado alas al ejército sirio, que, apoyado también por Hizbulah y soldados iraníes, lleva unas cuantas semanas ganando terreno, y ya se sabe que quien se cree en el bando ganador tiene menos incentivos para negociar.

Las conversaci­ones de paz arrancarán el viernes y se extenderán durante meses. El mediador de la ONU ha enviado las invitacion­es a los participan­tes, pero no ha dado nombres para evitar vetos de antemano.

Turquía, por ejemplo, se niega a que asistan los kurdos. Conside- ra que las milicias YPG son un apéndice del PKK, un grupo al que califica de terrorista.

El líder del PYD, el brazo político de las YPG, asegura que no ha sido invitado. Lavrov opina que “es un grave error”. En esto están de acuerdo EE.UU. y las otras milicias suníes. Estos grupos, bajo control de Arabia Saudí, aún no se han comprometi­do a estar en Ginebra, a pesar de que la ONU ha previsto que los bandos no se vean las caras. Insisten en que no tiene sentido negociar mientas la fuerza aérea rusa bombardee sus posiciones. También exigen un intercambi­o de prisionero­s.

El régimen de Damasco, que ha confirmado su participac­ión, no tiene intención de ceder a estas exigencias.

EE.UU. tampoco ha salido en defensa de la oposición. Es más, esta le acusa de haberse aliado con Irán y Rusia para permitir la permanenci­a de Asad en el poder.

El mediador de las Naciones Unidas, Staffan de Mistura, había previsto unas treguas parciales y locales para aumentar la confianza entre las partes, pero nadie parece dispuesto a dejar las armas en este momento, a pesar del sufrimient­o de la población civil.

La batalla de Sheij Miskin ha sido tan dura que la destrucció­n es total, según asegura el director del Observator­io Sirio de los Derechos Humanos, testigo y notario –gracias a una amplia red de colaborado­res– de todo lo que ocurre sobre el terreno. Sin los bombardeos rusos, que la han reducido a escombros, el ejército no podría haberla conquistad­o.

Por si quedaba alguna duda del papel del Kremlin en esta guerra, el Observator­io ha publicado estas cifras de muertos bajo las bombas rusas: 1.015 civiles, 1.141 milicianos islamistas y laicos, 893 milicianos del Estado Islámico.

Lavrov despreció ayer este recuento diciendo que “nadie ha presentado pruebas de que los ataques rusos hayan provocado víctimas civiles”.

La ONU no concreta los invitados a las negociacio­nes de Ginebra para evitar un boicot anticipado

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AFP Soldados regulares sirios y milicias pro Asad celebran la conquista de Sheij Miskin

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