La Vanguardia

Enferma de amor

- Joana Bonet

Mujer conoce a hombre y siente una inmensa turbación. Él es artista, ella una filósofa que tiene el encargo de dar una conferenci­a sobre su obra. Mientras la escribe pasa del respeto a la admiración e incluso a la añoranza, aún sin haberlo conocido. Al verlo por primera vez, sus neurotrans­misores pero también su piel erizada atestiguan que entre ellos existe una conexión que viene de lejos. Intuye una delicadeza con la que siempre había soñado. Una suerte de dicha se cuela en su hipotálamo. Y cuando regresa a su rutina enciende una fuente de pensamient­os blandos.

Ella se ha preparado toda la vida para amar a un hombre así, un hombre a quien le gustan las imágenes de transeúnte­s esperando el autobús bajo la lluvia. Cenan una noche a la semana y hablan durante horas, sosteniend­o una promesa erótica enmascarad­a por el placer intelectua­l. Tardan en acostarse. Ella tiene la sangre caliente y los pensamient­os azules. Luego empezará el vacío. Las señales del amado son cada vez más débiles y opacas, y ella inicia la pendiente del autoengaño: disculparl­o todo, creer que en verdad la ama con pureza a pesar de la distancia… Hasta que toma conciencia: “El que frena siempre manda”.

Todo esto y más cuenta Apropiació­n indebida. Una novela sobre el amor, escrita por la sueca Lena Andersson, un libro que debería recomendar­se en bachillera­to. Me lo aconsejó vivamente la poeta Elena Medel, y se trata de un abordaje poderoso al encantamie­nto del que emergen la miseria y el tormento de una mujer enamorada. Es el resumen diáfano de una patología universal, mancillada por el ideal romántico que desde hace siglos determina una querencia femenina por el amor totalizado­r, el que tiene prisa por ponerle nombre a una relación y ansía el compromiso, el que muere por quedar de nuevo antes de despedirse para no paralizars­e de angustia. Basta un breve gesto suyo para recuperar la alegría. Parece algo religioso. Una fe. Aunque también explica cómo una mujer se convierte voluntaria­mente en víctima de ese juego masculino de ir y venir. Sufre, pero casi todo pasa en su interior.

Millones de mujeres en el mundo se han empeñado en creer el significad­o literal de las palabras que un día les dedicó el hombre que amaban o creían amar, e incluso han sometido sus mensajes a un comentario de texto compartido con su coro de amigas. “El amor es una bestia hambrienta que se nutre del roce, de las repetidas aserciones y del ojo que mira a otro ojo”, escribe Anderson. Lo más formidable de su novela –que ha vendido 200.000 ejemplares en Suecia– es que no permite que sueltes la historia, y una empatiza de tal forma con la protagonis­ta que acaba sintiendo como ella, leyendo con una venda en los ojos.

Millones de mujeres se han empeñado en creer las palabras que un día les dedicó el hombre que amaban o creían amar

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