Un trozo de democracia
Julia Cagé examina la complicada situación de la prensa y hace propuestas para garantizar su futuro en ‘Salvar los medios de comunicación’
Salvar los medios de comunicación. Ahí es nada. Como tarea, no parece para tres tardes. Como idea, no es muy humilde. Como título de un libro –y es el título del libro de la joven economista francesa Julia Cagé que acaba de publicar Anagrama–, sucita indudable curiosidad. De saber de qué y cómo hay que salvarlos y, sobre todo, de comprobar si se trata de un brindis al sol o de una propuesta factible. Y de conocer qué piensa la actual pareja del economista de moda, el que ha colocado en el centro del debate la desigualdad creciente, Thomas Piketty. Un Piketty que ha escrito el prólogo, en el que recuerda que los grandes medios de su país han acabado en manos de multimillonarios ajenos al sector –del gran capital ultraconcentrado que ataca– y que se puede aprovechar la revolución digital para refundar los medios y la democracia.
Para explicar sus propuestas, Cagé (Metz, 1984), doctora en Economía por Harvard, acudió ayer a Barcelona. A hacer un diagnóstico de la situación. Mala, dijo, sobre todo en España, donde durante la crisis han desaparecido 11.000 empleos de periodista mientras que en EE.UU., con siete veces más población, se han eliminado 15.000. Y que, según su diagnóstico, no va a mejorar: afirmó que los ingresos publicitarios de los diarios norteamericanos bajan desde los años cincuenta en porcentaje del PIB. Que la crisis de la prensa no se debe a internet, sino que comienza ya con la radio, la televisión... Y sigue con un mundo digital en el que, dice, la oferta de publicidad es infinita para una demanda finita, así que el coste tiende a cero: “Hay patrones que dicen que el problema es que no hemos encon- trado aún el modo de sacar dinero de la publicidad en internet”, apunta. Pero ella cree que la solución no llegará por ahí.
También, señala, hay gente que da la crisis por acabada porque muchos millonarios que nada tienen que ver con las tradicionales familias periodísticas acuden con su dinero y compran desde el Washington Post a los diarios franceses. Pero dice que en muchos casos buscan comprar un trozo de democracia, especial- mente desde sectores como las telecomunicaciones, regulados por el Estado y que, a través de sus medios, pueden presionar al regulador. “Hay que salvar los medios –señala– porque producen información, un bien público indispensable para la democracia”. Que, dice, no es un hombre, un voto, “sino un hombre informado, un voto”, y más en la compleja sociedad de hoy.
¿Su propuesta? Dice que no es naïf y que sobre todo es para los medios que nacen ahora: dado que para la sociedad el papel de un medio es como el de una gran universidad, propone unas nuevas sociedades de medios de comunicación sin ánimo de lucro. Un camino intermedio entre una fundación y una sociedad por acciones: los accionistas no recibirían dividendos pero tendrían desgravaciones del Estado por su inversión –total, dice, la mayoría de medios hoy no ganan dinero– y tendrían un porcentaje de voto para decidir la estrategia del medio. Eso sí, a partir del 10% de las acciones los derechos de voto no aumentarían proporcionalmente para fomentar que los accionistas menores –periodistas y lectores– tengan poder. Unas sociedades para las que el Estado debe allanar el camino jurídico y que será la demanda la que las haga realidad, porque, concluye, los medios que garanticen la independencia de los periodistas tendrán más demanda que los otros.
La pareja de Piketty pide para los medios una nueva figura entre la fundación y las sociedades por acciones