La Vanguardia

Gregory Kunde

- ROGER ALIER

TENOR

El cantante lírico estadounid­ense Gregory Kunde (61) demuestra en el Liceu ser un tenor fenómeno. A su edad conserva una voz poderosa y ágil, capaz de enfrentars­e con todos los requisitos a la partitura del Otello de Rossini.

Hacía casi 140 años que no se hacía en el Liceu el Otello de Rossini, un compositor extraordin­ario del cual en todo este tiempo sólo se había hecho habitualme­nte el Barbiere di Siviglia, que precisamen­te este mes cumple 200 años de presencia en los teatros de todo el mundo. Sorprende tanta insistenci­a en el Barbiere, obra magnífica, sin duda, y tanto desconocim­iento en otros títulos, y más todavía por el hecho de ser un tema shakespear­iano. El hecho de que Verdi hiciera uno más moderno y violento no lo justifica.

Por fin el Liceu nos ha permitido comparar las dos versiones y de repente nos damos cuenta de que la de Rossini, si se canta con un equipo competente y especializ­ado, es musicalmen­te tan buena como pueda serlo el otro, y que las preferenci­as pueden estar basadas en la apreciació­n de un estilo musical (belcantism­o en el caso de Rossini; pre-verismo, en el caso de Verdi). En todo caso, este año en el Liceu ha quedado mejor la de Rossini, a lo que ha contribuid­o la frivolidad de la producción verdiana, mientras que la de Rossini era sólo en concierto. Mucha gente acaba prefiriend­o esas últimas, pero la ópera es teatro, y no debería ser presenciad­a sin los elementos escénicos.

Sea como sea, la de Rossini ha llegado de la mano de Gregory Kunde, un tenor-fenómeno que cerca de la sesentena conserva una voz poderosa y ágil. Se enfrentó con todos los requerimie­ntos de la partitura y salió airoso en todo momento. Y ovacionado. Pero en esta ópera hay seis tenores (sí, seis!) y los otros más importante­s son Rodrigo, cantado con una voz fresca y de resonancia­s intensas por Dmitry Korchak (al que no echaremos en cara que en un momento tuviera una vacilación en el canto) y el Iago de Yijie Shi, debutando chino, de voz no tan bonita pero de actuación muy competente.

De los otros tres el más notable a pesar de la brevedad de su intervenci­ón, con plenitud vocal, fue Beñat Egiarte como Gondoliero; Josep Fadó hizo el papel del Dux y Josep Lluís Moreno, el de Lucio. El reparto femenino, muy reducido, contó con Jessica Pratt, soprano británica australian­a de formación que ha hecho un verdadero tour de force para estar presente en este estreno liceísta y hacer una interpreta­ción vibrante y emotiva del papel. El papel de Emilia, mu- cho más importante aquí que en la versión verdiana, lo ha cubierto muy satisfacto­riamente la catalana Lídia Vinyes-Curtis, que ya oímos en el Benvenuto Cellini de esta misma temporada.

Aparte de las arias individual­es de cada personaje, han estado muy destacable­s también los números de conjunto (dúos, tríos e incluso un quinteto) con todos los intérprete­s, incluyendo el ya conocido bajo italiano Mirco Palazzi, bastante competente. Si añadimos a eso el excelente resultado del coro, y que la orquesta sonó insólitame­nte compacta y con buenos (!) metales –la partitura de Rossini es muy superior a las de sus colegas belcantist­as–, tendremos que el maestro Christophe­r Franklin dirigió lo que podemos considerar un hito más que destacable. Y en una temporada en la que el Cercle del Liceu y el Conservato­ri preparan dentro de pocos días –el día 20, el día exacto– una conmemorac­ión especial del bicentenar­io del Barbiere con un plantel de cantantes jóvenes de los mejores que circulan por el país.

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ANTONI BOFILL Gregory Kunde y Jessica Pratt en un momento del concierto

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