Corrupción sistemática
BAJAN las aguas revueltas en el Partido Popular (PP). A nivel estatal, porque se oyen en su seno voces críticas con Mariano Rajoy, que no ha logrado reunir apoyos suficientes para formar gobierno. Y en el ámbito valenciano, por las redes de corrupción que han parasitado sus estructuras de poder de forma masiva y sistemática. En los últimos días hemos sabido que nueve de los diez concejales populares del Ayuntamiento de Valencia están imputados por su posible vinculación a la trama Taula, relacionada con el blanqueo de capitales. A esos nueve hay que sumar exconcejales, asesores y antiguos empleados del partido en el Consistorio, en número que ya pasa de sesenta. La exalcaldesa Rita Barberá, durante 24 años al frente del Consistorio de la capital levantina, se mantiene de momento a salvo de la acción judicial, dada su condición de senadora y, como tal, aforada. Pero fuentes de la investigación sostienen que el cerco se estrecha y que es cuestión de tiempo que se vea en circunstancia similar a la de sus correligionarios investigados.
Llueve sobre mojado. Valencia, PP y corrupción son conceptos que se han visto relacionados con excesiva frecuencia. La trama Gürtel, el caso Emarsa, el caso Cooperación o los trajes de Francisco Camps son asuntos que perviven en la memoria popular como ejem- plos de malas prácticas. Y podríamos seguir, mencionando otros. Porque la corrupción ha planeado sobre la estructuras del poder conservador en Valencia con asiduidad inadmisible. La actitud de la dirección nacional se ha caracterizado por cierta pasividad, como si las trapacerías no hubieran sido merecedoras de repulsa y erradicación desde primera hora; como si la corrupción en la esfera política no fuera siempre una ofensa a los ciudadanos y un intolerable robo; como si las flaquezas del rival empequeñecieran las propias.
Alimentar o admitir la corrupción con el propósito de financiar ilegalmente un partido político es siempre censurable. Practicarla en beneficio propio, aprovechando la presencia en las instituciones, también lo es. Pero es sabido que lo que está mal puede empeorar. Y eso es lo que ha ocurrido con la trama Taula, que además de obligar a miembros o trabajadores del PP a contribuir al blanqueo de dinero, los amenazaba, cuando se resistían a hacerlo, con arrebatarles sus empleos. De la corrupción a la conducta mafiosa sólo hay un paso.
La buena noticia es que algunos rehusaron participar en la corrupción. La mala es que muchos otros se avinieron. La extensión del fenómeno es enorme. Y está por ver que, tras lo sucedido, sea posible sanear la estructura política popular valenciana y pasar página.