Arde Austen
Lo bueno de leer un libro de segunda mano es que también contiene la historia de la persona que lo leyó antes que tú. Y esa es la historia más provocativa que se pueda investigar. Está en el tacto de sus páginas cuando imagino las manos que también las manosearon y que, en este caso, estoy prácticamente segura, son de mujer. Está en las turbulencias de una frase que sus ojos recorrieron con la misma avidez que yo. En los pensamientos que se cruzaron entre algunas palabras, como ocurre ahora con los míos, desconcentrados por algún secreto que nos turba. En el olor de un pliegue que me acerco a la nariz en busca de un mínimo efluvio que atraviese el picor del polvo viejo, y me dé una pista sobre las esencias de esta mujer que lee en mí. En la curvatura sutil de una esquina toqueteada más de la cuenta por esos dedos desconocidos, que quisieron marcarla porque algo imprevisto interrumpió su lectura sin dar tiempo a poner el marcador, que quizás había caído al suelo o estaba perdido entre las sábanas que cubrían su cuerpo lector en plena noche insomne. O porque esa página, no otra, contenía algo importante y debía ser releída varias veces, por alguna razón que yo podría atisbar si la releo ahora con el empecinamiento necesario, una y otra vez, tanteando los límites de este espionaje imposible.
La otra historia, la que cuenta este libro que ha caído en mis manos, está escrita por Jane Austen y se llama Orgullo y prejuicio. Y se despliega concienzudamente, con una habilidad y un tesón que a la lectora desconocida y a mí nos acerca, de pronto, a esas tatarabuelas de las que sabemos tan poco. Porque la irrelevancia de sus vidas no les abrió un hueco en los libros de historia. Dice la solapa que la autora no es menos grande que Rembrandt, y estamos de acuerdo. Leerla es asomarse a una pintura inmóvil pero vivísima, en la que tanto sus personajes como la escritora se agitan con una fuerza fabulosa; atrapadas, como jaguares, en la jaula asfixiante de una vida que sólo gira alrededor de su dependencia absoluta de los hombres. Un cuadro claustrofóbico donde toda la inteligencia, sutileza, fuerza y talento de estas tatarabuelas puede sólo desplegarse hacia el único objetivo que entonces era determinante: casarse con el mejor hombre, o el menos malo. Así, enjauladas en su mundo diminuto, con este libro nos explota entre las manos un raudal de potencia que no tiene más remedio que dar vueltas, obsesivo, alrededor del exiguo tema de los avatares amorosos que procuran un buen matrimonio. Provoca escalofríos descubrir en esta servidumbre temática la mano de una pluma feroz. Diálogos de mujeres con el talento del político más audaz, el filósofo más lúcido, el poeta más minucioso, el estratega más sutil. Una bola de fuego encerrada en la bombilla de una lámpara de pie.
Diálogos de mujeres con el talento del político más audaz, el filósofo más lúcido, el poeta más minucioso