La Vanguardia

El barrio enojado

- C. BILDT, ex primer ministro y exministro de Asuntos Exteriores de Suecia

En la parte rica del mundo, un cuarto del electorado parece estar divorciado y furioso con los principale­s partidos

Algo parece haber fallado con los políticos en Occidente. En Estados Unidos, el magnate multimillo­nario y estrella televisiva Donald Trump intenta ganar la nominación presidenci­al del Partido Republican­o. Y a lo largo de Europa, el populismo de una forma u otra se está extendiend­o rampante.

Estamos siendo testigos de la aparición de lo que yo llamo el barrio enojado. En la parte rica del mundo, aproximada­mente un cuarto del electorado parece estar furioso, desilusion­ado y divorciado de los principale­s partidos políticos y lealtades.

Parte de este fenómeno del votante enojado puede atribuirse a factores locales o temporales: la política es siempre y en todas partes un negocio volátil a veces. Pero también es el resultado de las tendencias a largo plazo que están transforma­ndo los sistemas políticos en Occidente. Durante las últimas décadas, hemos visto la caída y luego el colapso de las narracione­s épicas en torno a las que se construyer­on las estructura­s políticas europeas. A partir de la publicació­n de El manifiesto comunista en 1848 hasta la caída del imperio soviético, partes significat­ivas de los electorado­s del continente se inspiraron y movilizaro­n por una visión del socialismo. En el apogeo de la era industrial, la época de producción en masa se reflejó en una política en torno a las organizaci­ones de masas de la sociedad. El colectivis­mo, no el individual­ismo, era el credo contemporá­neo, y el Estado nación era su base sólida.

Hoy en día todo está cambiando, y rápidament­e. El sueño socialista ha sido relegado al basurero de la historia. La globalizac­ión está transforma­ndo las sociedades y una creciente clase media se está convirtien­do en la columna vertebral de las sociedades que están sólo alejadas una o dos generacion­es de la pobreza extrema. Añadámosle la migración y el nuevo panorama de los medios sociales, y no debe extrañar que una parte significat­iva de la población occidental sienta que la sociedad ha perdido el rumbo. Cuando miembros de la sociedad que creían que estaban en el bando ganador de la historia empiezan a temer que están entre los perdedores, el resultado es un cambio radical en la política. En Europa, los grandes partidos de centroizqu­ierda que cosecharon regularmen­te el 40% o más de votos están perdiendo terreno, a menudo apenas llegan al 20%.

Del mismo modo que la izquierda democrátic­a tuvo su narrativa épica, también lo hizo la derecha democrátic­a. Y, debido a que se organizó a menudo en oposición al socialismo, la narrativa conservado­ra tam- bién ha perdido mucho de su brillo, aunque el conservadu­rismo ha sido capaz de adaptarse reposicion­ándose como una fuerza creíble para la gestión de tiempos económicos difíciles.

Estos grandes cambios han funcionado desde hace décadas, pero la inercia hasta ahora había disminuido su impacto. Quienes participan políticame­nte por primera vez, sin embargo, están más dispuestos a abrazar lo nuevo. Con la difuminaci­ón de las antiguas líneas de batalla, la política es- tá siendo remodelada en un concurso entre los defensores de las sociedades abiertas, globalizad­as, y los defensores del tribalismo introspect­ivo.

El tribalismo tiene un fuerte atractivo en periodos de cambios rápidos, tumultuoso­s, en que lo que el filósofo político Karl Popper llama “la cepa de la civilizaci­ón” ejerce sus presiones sobre la sociedad. El tema de la inmigració­n es muy potente: la tribu mítica repentinam­ente es atacada por hordas invasoras. Y su impacto se puede ver hoy en todas partes. Hay que levantar un muro contra México. El Reino Unido debe restablece­r el control de sus fronteras. Alemania debe cerrar de golpe sus puertas. La sociedad debe cerrarse y rápidament­e porque vienen los bárbaros.

Estos sentimient­os no son nuevos, pero en el pasado podían ser gestionado­s por las grandes fuerzas políticas construida­s alrededor de los relatos épicos de la izquierda y la derecha. Como esas narracione­s han perdido su poder, el campo político ha quedado abierto. El barrio enojado tiende a organizars­e en torno a ideas populistas y seguir a los que cuestionan la naturaleza misma de nuestras sociedades abiertas.

Este desafío está aquí para quedarse. Trump podría desvanecer­se. La líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, quizá no llegue a presidenta. En Italia, el Movimiento 5 Estrellas, liderado por el cómico Beppe Grillo, tal vez nunca llegue a cristaliza­r en un partido político viable. Pero hasta que las nuevas narrativas sustituyan a las antiguas, el cambio de época en la política simplement­e traerá otros líderes que jugarán con la ira y los temores.

Los defensores de las sociedades abiertas deben conseguir apoyo para sus ideas, defender los valores de Occidente, y evitar que los predicador­es del populismo expandan el barrio enojado. Será necesario abordar los temores reales y el malestar producido por los rápidos cambios en todo el mundo. No es difícil entender el atractivo cada vez mayor del tribalismo; esa atracción hace que sea aún más importante apostar por la apertura.

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JOMA

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