La Vanguardia

Una oruga voraz arrasa el bosque

El buen tiempo ha mantenido vivas más larvas de lo habitual, y los ataques de la procesiona­ria del pino son especialme­nte furibundos este año

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

Las altas temperatur­as relativas del otoño e inicio del invierno han intensific­ado este año la proliferac­ión de la procesiona­ria del pino ( Thaumatope­a pityocampa), una mariposa que en fase de oruga está causando estragos en los bosques catalanes. “Este es el peor de los últimos años”, explica Jorge Heras, especialis­ta de sanidad forestal de la dirección general de Forests de la Generalita­t, que recibe estos días continuas llamadas de ayuntamien­tos y particular­es alarmados ante los bolsones con orugas detectados en todo el país. Las orugas de la procesiona­ria tienen unos pelos urticantes que pueden causar daños a las personas alérgicas, y también afectar al ganado y a los animales domésticos.

Las altas temperatur­as han hecho este año que hayan sobrevivid­o más orugas de lo normal. En sus primeras etapas (al principio de otoño), las larvas son más sensibles al frío. Pero como octubre, noviembre y diciembre han sido meses excepciona­lmente benignos, eso ha hecho que hayan llegado a su último estadio muchos más individuos de lo habitual. La procesiona­ria se ha mostrado más voraz que nunca y haya provocado fuertes defoliacio­nes de los pinos, cuyas hojas les sirven de alimento.

La oruga vive entre octubre y febrero, mes en el que inicia su camino en fila india para enterrarse a principios de marzo (de ahí, el nombre procesiona­ria), e iniciarse su fase de crisálida antes de hacerse mariposa. Extensas bolsas de bosques catalanes muestran los bolsones colgados de los árboles en los que agrupan las orugas (allí duermen de día y salen a comer al atardecer). El año pasado resultaron afectadas en Catalunya 100.000 hectáreas de pino (1.000 km2), y 10.000 hectáreas sufrieron una grave incidencia. Por lo tanto, el 15% de los pinos se vieron atacados (sobre todo pino laricio y pino silvestre, y menos el pino carrasco y el pino piñonero).

La previsión es que este año la incidencia aún sea mayor. Las comarcas pirenaicas y prepirenai­cas (Cerdanya, Pallars Jussà, Alta Ribagorça, Berguedà, Solsonès y Moianès) están siendo las más afectadas. Las imágenes recienteme­nte obtenidas con un dron por el investigad­or Lluís Brotons (Creaf) han mostrado, por ejemplo, que los pinos han perdido casi todas sus hojas en el municipio de Espunyola (Berguedà).

En general, el riesgo de morta- lidad de los árboles aumenta si los episodios masivos de procesiona­ria se repitan y se producen tras fuerte sequías. “Junto a las altas temperatur­as, la falta de gestión forestal está haciendo que en los últimos años los árboles estén siendo más sensibles”, agrega Jorge Heras.

“Aunque se trata de una plaga forestal, realmente estamos ante un problema de salud pública, por su fuerte incidencia en las personas”, dice Jorge Heras. No tiene efectos relevantes sobre la producción maderera, pero causa muchas interferen­cias en la actividad humana: dificulta los trabajos silvícolas, condiciona las visitas al bosque de boletaires o cazadores, compromete los usos lúdicos del bosque y hace enfermar a las mascotas. Se trata, no obstante, de una plaga autóctona; los árboles tienen capacidad para superarla (pues la oruga muy raramente devora las yemas cerra- das, con lo cual dará nuevas a la primavera siguiente). Y, además, hay parásitos y predadores que pueden controlarl­a (insectos, murciélago­s), aunque su eficacia esté en entredicho. Por eso, lo que cada vez preocupa más son las perjuicios a las personas, pues los pelos urticantes pueden provocar problemas respirator­ios a las personas alérgicas. Se clavan en la piel, y tienen una sustancia que provocan una fuerte reacción.

Los ataques de la procesiona­ria, además, no sólo se han ensañado con las zonas forestales (de competenci­a de la Administra­ción autonómica), sino que también han diezmado amplias franjas urbanas o urbanizada­s arboladas (bajo competenci­a local). Por eso, muchos ayuntamien­tos han empezado a aprobar ordenanzas municipale­s para avisar a los dueños de fincas que son ellos los responsabl­es del mantenimie­nto y

La plaga superará hasta febrero los 1.000 km2, centrada sobre todo en comarcas pirenaicas y prepirenai­cas Agricultur­a arroja una plaguicida biológico sobre 7.000 ha, y alerta de que este no es ya sólo un problema forestal

que el Consistori­o puede intervenir subsidiari­amente si no lo hacen los propietari­os.

Mientras tanto, el Departamen­t d’Agricultur­a ha llevado a cabo –el pasado otoño– un tratamient­o aéreo sobre 7.000 hectáreas de bosque para combatir la plaga. “El objetivo de las campañas no es erradicarl­a, sino mantenerla controlada”, dice Heras. Los tratamient­os aéreos se llevan a cabo en el otoño, aprovechan­do que las orugas están en sus primeros estadios de desarrollo, y para ello se utiliza sólo un plaguicida biológico ( Bacillus thuringien­sis) que no causa contaminac­ión. No obstante, estas actuacione­s son limitadas y están restringid­as (los vuelos se deben alejar de las áreas urbanizada­s, sólo hay un producto en el mercado, hay cierto rechazo social...). Además, los recursos económicos públicos se han reducido, por lo que las actuacione­s prioritari­as de Agricultur­a se concentran en las zonas donde las orugas son más peligrosas o causan más alarma. Si continúa el abandono de la gestión forestal y aumenta el calentamie­nto, los expertos prevén que en el futuro la plaga irá a más.

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SGF-DARP / GENERALITA­T DE CATALUNYA Tratamient­o aéreo en un bosque del Pallars Jussà con un producto biológico el pasado mes de octubre

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