La Vanguardia

La plaga resulta también muy peligrosa para las mascotas

- MAYTE RIUS Barcelona

“Las orugas de procesiona­ria son un peligro para todas las personas, pero es una plaga especialme­nte grave para niños y mascotas porque su curiosidad les impulsa a tocarlas, a olisquearl­as, chuparlas o incluso comérselas”. Así de contundent­e se muestra Maria Pifarré, del Col·legi de Veterinari­s de Barcelona (COVB), al referirse a los riesgos que con- lleva la proliferac­ión de la procesiona­ria.

Pifarré explica que la toxina que liberan los pelos de estas orugas es histamina, la sustancia que desencaden­a las reacciones alérgicas defensivas del organismo, de modo que cuando entra en contacto con la piel provoca inflamacio­nes muy fuertes y puede llegar a necrosar los tejidos, lo que en el caso de aquellas mascotas que chupan o se tragan las orugas a veces resulta mortal. “Vemos más casos en perros que en gatos porque estos últimos son más cautos y también salen menos a pasear en parques y bosques, y la necrosis es dramática porque, aunque el perro no muera, deja los tejidos dañados a largo plazo y cambia la vida del animal”, dice Pifarré.

Según diversos veterinari­os consultado­s, una de las afectacion­es más frecuentes en perros es la pérdida parcial o total de la lengua, algo que además de resultar muy doloroso complica su capacidad para beber.

De todos modos, Maria Pifarré puntualiza que los casos más dramáticos se producen cuando el animal se ha tragado las orugas (la inflamació­n y la necrosis puede afectar a la glotis e impedir que el perro respire) o cuando se ha tardado muchas horas en atender la reacción alérgica, por lo que insiste a los dueños a actuar con celeridad. “Si una mascota entra en contacto con orugas de procesiona­ria hay que buscar de inmediato un veterinari­o, y si se va a tardar una o dos horas en lograr que lo atienda uno, hay que lavar (sin restregar) la zona de contacto con abundante agua templada y acudir rápido al especialis­ta”, recomienda la veterinari­a.

Y expresa su preocupaci­ón y la de sus colegas por la proliferac­ión de casos de alergia a la procesiona­ria, incluso en Barcelona, ya que este año han atendido urgencias por este motivo en enero y febrero cuando lo habitual es que se den en primavera. Por ello aconseja a los propietari­os no pasear con las mascotas por zonas con pinos salvo que sepan que están fumigados y no dejarlos sueltos por parques ni bosques para reducir el riesgo de que topen con las orugas.

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