La Vanguardia

¿Otra vez los años treinta?

- Josep Oliver Alonso

No ganamos para sustos. Esta pasada semana ha sido Japón, que se ha sumado al restringid­o club de países con tipos de interés negativos (BCE, Dinamarca y Suiza). La situación es de tamaña excepción que parece normal que la banca tenga que pagar por mantener depósitos en su banco central. Pues no lo es, y en este sentido señala el agotamient­o de la política monetaria tras un largo periodo de insólita expansión de liquidez.

A la decisión del gobernador Kuroda hay que añadir a Mario Draghi, que ya ha indicado que el BCE tomará en marzo medidas más radicales para combatir la deflación. Y el creciente convencimi­ento de que Janet Yellen, la presidenta de la Fed, se equivocó al iniciar la senda alcista de tipos de interés, un camino que parece que no va a continuar en el 2016. Mientras tanto, el Banco de Inglaterra, presidido por el canadiense Carney, aleja la posibilida­d de elevarlos en Gran Bretaña. En resumen, tras más de siete años de políticas monetarias ultraexpan­sivas, la recuperaci­ón no termina de afianzarse, la deflación va tomando cuerpo y la deuda global, la privada más la pública, es hoy más elevada que en el 2007.

En el corto plazo, las consecuenc­ias de esas políticas se traducen en caídas de precios de las respectiva­s divisas. De hecho, la decisión del Banco del Japón está encaminada a reducir el valor del yen, que se había apreciado peligrosam­ente tras la frenada

Conseguimo­s no repetir la gran recesión en los años 2008-09, pero algunas de sus caracterís­ticas reaparecen

de la economía china y la salida de capitales de ese país. Con ello, además, pretende aumentar los precios internos. Y los mismos efectos son los que se buscan en la eurozona. Se trata de una fase más, y probableme­nte más peligrosa, de una guerra de divisas de la que ya habíamos visto escaramuza­s hace unos años, cuando el ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantegna, denunció la política de dólar débil de Estados Unidos.

Si el crecimient­o mundial no lo remedia, y no parece que haya síntomas de ello, estamos entrando en terrenos cada vez más pantanosos. Es decir, cada uno intentando exportar sus problemas al exterior. Porque si el BCE, con su política monetaria, hunde el precio del euro (¿recuerdan que estaba cerca de los 1,40 dólares no hace tanto?) a eso hay que llamarlo, simple y llanamente, empobrecim­iento del vecino. Y eso es así, tanto si esa política se explicita devaluando la moneda de forma oficial, como hizo China el pasado agosto, como si se hace indirectam­ente, como en Japón la pasada semana. O como ha venido haciendo el BCE desde la primavera del 2015.

En 2008/09 se consiguió evitar la repetición de la Gran Depresión. Pero, unos años más tarde, algunas de sus caracterís­ticas más preocupant­es comienzan a reaparecer: tanto guerra de divisas como la deflación fueron rasgos distintivo­s de aquellos años. Ahora, lentamente, parece que regresan. Vayamos pues con tiento en ese horizonte cada vez más complejo. Y preparémon­os para ello. Porque mientras aquí pasamos los días y los meses discutiend­o si galgos o podencos, afuera el temporal arrecia.

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