La Vanguardia

“A ver si ahora hablamos ya de políticas y no sólo de políticos”

Tengo 70 años y achaques compensado­s por el placer de evocar lo vivido. Nací en Madrid, pero nada de castas: una pyme familiar. Tengo dos hijos y dos nietos. Soy socialdemó­crata: tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario. La libertad

- LLUÍS AMIGUET

Podemos diría que es usted pura casta madrileña. Yo le digo que mi padre era ingeniero y que en su pequeña empresa, a menudo en dificultad­es, aprendí economía, y tuve dos hermanos excepciona­les: Paco, que fue ministro de UCD, y Antonio. Y al nacer, es cierto, tuve mucha suerte.

Nacer es una lotería para todos. Y si yo hubiera nacido en Ghana, aun con el mismo talento y esfuerzo, me habría ido mucho peor. Por eso veo ridículo alardear de patria, cuando sólo es cuestión de suerte.

O de mala suerte. Por eso, el Nobel Shiller explica que, si queremos que alguien arriesgue e innove para todos, hay que asegurarle, triunfe o no, unos mínimos vitales: sanidad, pensiones...

¿No deben tratarnos a todos igual? Claro que no: hay que prestar más apoyo al más débil. Porque la mala suerte existe. Usted podía ser un buen ingeniero, pero en una fábrica de máquinas de escribir y, mientras busca otro empleo, necesitará ayuda.

La mala suerte fue de quien compró acciones de Bankia en su salida: ¿y la culpa? Debemos dejar a los jueces trabajar. El Banco de España, como ha hecho siempre, pondrá a su disposició­n todos los datos que le pidan y yo leeré y acataré las sentencias.

¿Quién se equivocó en la secuencia de eventos que acarrearon el rescate? Entre otros, el Banco de España al aplicar una legislació­n prudencial que era muy mala, pero no fue sólo el Banco de España, sino todos los bancos centrales y, aun así, el Banco de España suavizó las cosas.

Usted dice que el PP criticó tanto a Zapatero que acabó perjudican­do a España. Una vez ganadas las elecciones del 2012, el PP ya no necesitaba acongojar a todo el planeta proclamand­o, sólo para que su mérito de salvadores fuera mayor, que heredaban una España y una banca arruinada, cuando, de hecho, ya había empezado a mejorar.

Miraban a las elecciones andaluzas... Pero sólo consiguier­on asustar a los inversores y disparar la prima de riesgo, lo que nos llevó al rescate bancario. Nos habría ido mejor si hubieran sido menos sectarios.

¿Por dañar al PSOE dañaron a España? En fin, a ver si ahora hablamos menos de política, la de partidos, y más de políticas. Yo no soy nadie para dar recetas, pero no me he ido a ninguna empresa con puertas giratorias y he

dedicadotr­abajos para estos mejorar cuatro nuestrasañ­os a leer institucio­nes. excelentes

¿Por dónde empezamos?

La democracia no es votar y que gobierne el que más votos tiene ignorando a los demás. No se trata de formar un gobierno de derechas dejando millones de españoles fuera u otro de izquierdas ignorando a otros tantos.

Es lo que se ha ido haciendo.

Y está en la raíz de muchos de nuestros males. Por supuesto que las decisiones últimas son del gobernante, pero debe llegar a ellas sin prisas tras un intenso estudio, análisis y debate compartido con todos, y eso es pedagogía.

Por ejemplo.

El paro es nuestro gran problema, pues tendrían que analizarse en el Parlamento y con los expertos fórmulas como la flexisegur­idad danesa o la mochila austriaca y otras de otros países: comparar y copiar lo mejor de otros modelos. Nunca imponer tan sólo el propio a toda velocidad después de decidirlo a solas.

¿Y eso cómo se consigue?

Empezando por dotar de medios al Parlamento dándole tiempo, además, para que la discusión de las leyes no sea mero trámite de lo ya decidido por el gobierno, sino un foro donde las medidas se estudien con rigor y calma para descubrir en los planteamie­ntos de los otros aspectos que mejoran los propios.

¿Qué se necesita exactament­e?

Para empezar, que las memorias de las leyes sean auténticos estudios en profundida­d de cada asunto. El otro día leí una que suponía 40.000 millones públicos y su análisis de impacto presupuest­ario eran dos frases: “No ha sido posible estudiarlo, porque depende de muchas variables difíciles de predecir”.

Parece un mal examen de colegio.

¡La reforma fiscal –es ridículo– se debatió en cuatro horas y la del Código Penal, en cinco!

Y vendrán otros y las cambiarán en dos.

No podemos tener una ley de Educación nueva con cada gobierno. Por Dios, ¿cómo se atreve nadie a imponer a nadie una ley de Educación? El siguiente la cambiará otra vez.

Si tiene la mayoría, tiene el poder de imponerla, aunque no tenga el consenso.

Pues de eso se trata: de que las decisiones y las leyes sean tan estudiadas, maduradas, discutidas, pactadas... para que, por fin, duren.

A ver si a falta de mayorías espabilamo­s.

No podemos confiar en acertar al votar al buen gobernante como antes se rezaba para que tocara un rey justo, sino que debemos participar, empezando por los más preparados, en construir un sistema que vaya consolidan­do avances de todos y no de un partido. Ante el caudillism­o democrátic­o, check

and balance (análisis y contrapode­res).

Para eso deberían estar los organismos independie­ntes reguladore­s y los centros de estudios de nuestra sociedad civil. Así con análisis y pedagogía iríamos consolidan­do una democracia no sólo de los partidos.

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ANA JIMÉNEZ

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