Puigdemont y Colau pactan apoyo mutuo en el metro y el tranvía
El Ayuntamiento pagará la mitad de la L10 y el Govern respaldará a la alcaldesa
A las 10.34 de la mañana, cuatro minutos más tarde de la hora marcada para su cita con el presidente de la Generalitat, Ada Colau cruzaba la plaza Sant Jaume acompañada de su jefe de gabinete, el joven Manu Simarro. Mientras se dirigía a Palau, estaba ya casi convencida de que su primera reunión institucional con Carles Puigdemont desde que este asumió el cargo que Artur Mas dejó vacante iba a ser un éxito. Los respectivos equipos del president y de la alcaldesa de Barcelona se habían encargado en los días previos de abonar el terreno para que así fuera. Dos horas después, aquel presentimiento quedaba plenamente confirmado y Ada Colau presentaba a la prensa los frutos del encuentro. Uno, la reanudación de las obras para abrir la L10 (el ramal de la L9 del metro que transcurre por la Zona Franca), estaba cantado desde que el mar- tes, en el Parlament, el conseller de Territori, Josep Rull, lo preanunciara para sorpresa del gobierno municipal. El segundo fruto arrancado del árbol es el compromiso de la Generalitat de firmar un protocolo, en el seno de la Autoritat Metropolitana del Transport (ATM), por el que ambas instituciones expresan su apoyo a la conexión del Trambaix y el Trambesòs, uno de los proyectos estrella de Ada Colau para este mandato.
Los anteriores son los grandes trazos del resultado de una entrevista que, como dice el topicazo, se desarrolló en términos de “absoluta cordialidad”. Pero esta vez, parece que la trillada expresión define bastante bien lo que se vivió en el despacho del nuevo presidente de la Generalitat. El anfitrión ni siquiera le tuvo en cuenta a su invitada el feo que le hizo hace unos meses cuando el grupo municipal de BComú no quiso dar el paso para que el Ayuntamiento de Barcelona se adhiriera a la Asso- ciació de Municipis per la Independència, que presidía el entonces alcalde de Girona. Lo de ayer fue, en cierto modo, un intercambio de favores, una sucesión de gestos amistosos que, en principio, parecen ir en una sola dirección, la de reforzar institucionalmente las posiciones de la alcaldesa, pero que, en el fondo, sirven también para cultivar una relación que puede ser vital para que el proceso soberanista se mantenga latente. Carles Puigdemont necesita, en este sentido, que Ada Colau siga alimentando la llama del referéndum.
El president cultiva una relación que puede ser vital para que avance el proceso soberanista La Generalitat reconoce ya 95 de los 109 millones que le reclama como deuda el Ayuntamiento
Luego está la letra pequeña de los acuerdos, que no acabará de leerse nítidamente hasta que Ayuntamiento y Generalitat se reúnan para poner negro sobre blanco los principios de acuerdo apuntados ayer. Por lo que respecta al metro a la Zona Franca, al Departament d’Economia que dirige el vicepresidente Oriol Junqueras le aguarda trabajo. Las dos administraciones deberán ajustar, en un plazo de tiempo que Colau quiere que sea muy corto, quién y cómo va a financiar la obra para que en el 2017 el suburbano dé cobertura a los vecinos y trabajadores de los barios de la Marina y la Zona Franca. La alcaldesa dejó claro que esta es una competencia de la Generalitat y que “debe ha- ber un esfuerzo por ambas partes”. Pero después, casi sin quererlo, admitió que “el Ayuntamiento está dispuesto a corresponsabilizarse al 50%”.
El número de estaciones que entrarán en servicio –el ramal de la L9 tiene programadas diez, aunque en la primera fase difícilmente entrarán en servicio más de cuatro– y, en consecuencia, el coste de la operación es algo todavía por concretar. El dinero que aporte el Ayuntamiento al metro de la Zona Franca es una de los factores que pueden resultar decisivos pa- ra que el gobierno de Ada Colau consiga aprobar los presupuestos municipales para este año. Esta misma semana, el presidente del grupo municipal de ERC, Alfred Bosch, identificó esta partida para la L10 como una condición indispensable para que los republicanos ratifiquen las cuentas municipales. Y ayer la alcaldesa se lo agradeció reiteradamente. El otro aspirante a socio de BComú, el PSC, por mediación del presidente del grupo municipal, Jaume Collboni, exige a Ada Colau que apruebe el presupuesto antes de anunciar inversiones y copagos con la Generalitat.
Del tramo central de la L9, el que atraviesa la ciudad de Barcelona, ni siquiera hablaron Colau y Puigdemont como reconoció la propia alcaldesa. Quizás antes veamos la Sagrada Família acabada que los trenes circulando sin interrupción, del Besòs al Llobregat, por la línea de metro más ambiciosa (por no decir desproporcionada), larga y cara de Europa.
Habrá que ver si algún día esa inversión del Ayuntamiento en el metro retorna a las arcas municipales o se computa en la deuda que la Generalitat tiene contraída con Barcelona. En el encuentro que Ada Colau, poco después de ser elegida alcaldesa, mantuvo con Artur Mas en el Palau de la Generalitat, el gobierno catalán cifraba esa deuda entre 35 y 55 millones de euros, una cifra muy alejada de la calculada por el Ayuntamiento. Ayer, la alcaldesa salió de la reunión con Puigdemont con un reconocimiento de 95 millones que se aproximan bastante más a los 109 que reclama el Consistorio (sin contar otros 30 por atrasos en
Las dos instituciones tendrán que fijar en breve el coste de la operación de la L10
pagos a los consorcios en los que participan las dos instituciones), pero que continúan a distancia sideral de las cifras que barajan algunos grupos de la oposición, como el PP, que habla de una deuda real de 300 millones de euros (contando la vencida y la que todavía no lo está).
Ada Colau tampoco quería irse de la reunión sin conseguir un compromiso de la Generalitat sobre la unión de los dos tranvías de Barcelona. Tanto ella como la vicepresidenta Neus Munté, que comparecieron por separado al término del encuentro, dejaron claro que el protocolo que se firmará en el seno de la ATM precisará que será el Ayuntamiento el que formulará, después de anali- zar la docena de estudios encargados y que estarán disponibles en pocas semanas, el trazado de esa conexión, sin especificar si ha de pasar por la Diagonal como es deseo, casi obsesión, de la alcaldesa. Colau aseguró que la financiación correrá a cargo del Ayuntamiento, ya que el tranvía circulará por trama urbana barcelonesa, y que el Consistorio tratará de recuperar la inversión a través de la revisión de las condiciones de la concesión y la explotación del servicio. Este se adivina, incluso por encima del propio trazado, como el principal escollo –de unas dimensiones gigantescas– que deberá salvar Ada Colau para convertir su sueño en realidad.
Aunque tranvía y metro se llevaron todo el protagonismo, Puigdemont y Colau hablaron de otros asuntos pendientes entre Generalitat y Ayuntamiento. El president aceptó la exigencia de la alcaldesa de consensuar la figura de un comisionado que velará por las plenas garantías de participación de los operadores públicos en la T-Mobilitat, el nuevo sistema tarifario de transporte público que debería ponerse en marcha, en su prueba piloto, a finales de este año. También se comprometieron a incrementar la colaboración entre Mossos d’Esquadra y Guardia Urbana en materia de lucha antiterrorista.
El Ayuntamiento piensa recuperar la inversión en el tranvía revisando la gestión