Manolo Blahnik
El zapatero canario ofrece una clase magistral en el marco de la 080
ZAPATERO
El canario Blahnik, de 75 años, creador de los icónicos manolos y con una trayectoria de cuatro décadas a sus espaldas, puso ayer el broche final a la pasarela 080 Barcelona Fashion, con una multitudinaria rueda de prensa.
Fresco y vestido de lavanda, con rayados calcetines a juego, Manolo Blahnik es un hombre feliz que está en la 080 para presentar su libro Fleeting gestures and obsessions (140 euros), que vio la luz en Nueva York en septiembre, con ocasión de la Semana de la Moda. El libro forma parte, en cierto modo, de un homenaje que incluye un filme y una exposición de sus zapatos, de los que guarda 29.000 pares. En noviembre cumplió los 75, pero no se jubila: “¿Ya me quieren retirar?”, protesta simpático en un encuentro con los medios, antes de impartir una charla, con formato de clase magistral.
Blahnik está en plena forma, y vigilando su producción. “Estoy hecho a la antigua, me gusta comprobar mi trabajo, tocarlo”. Salta de un tema a otro, de los cultivos de plátanos de su Canarias natal –“ahora lo hacemos de un modo orgánico”, asegura–, al problema de las mujeres que usan a menudo zapatos de tacón. “Serán los que están mal hechos, con los míos no pasa porque tienen unas hormas perfectas”, dice, añadiendo una malévola sonrisa. Cuando le preguntan si le satisface que le copien, si lo ve como una consagración, lo descarta: “En absoluto, ahora hacen copias tan perfectas que preocupa y molesta mucho, porque van mas allá de la copia. Mire, Hermès tiene copias hechas por personal que trabajó en la casa y le aseguro que son perfectas”. Por eso persigue las ma- fias, según informa su página web. “¿Ah, sí?, no lo sabía, no tengo ni idea de lo que pone mi página, ni la escribo yo ni la leo”, suelta displicente.
¿Y cuándo cree que la mujer bajará de las plataformas?, le preguntan. “No lo sé, pero nunca debió subirse a ellas, no las he hecho nunca, me espantan. Me recuerdan aquellos años cuarenta, las películas donde salían aquellos zapatos con suelas de corcho, con papeles, cartones, muy triste”.
Se siente latino, aunque adora los países nórdicos, Inglaterra, donde vive, y Nueva York, que le
El creador de los célebres ‘manolos’ se confiesa preocupado por las copias “tan perfectas” que le hacen
lanzó a la fama. Y aunque siente debilidad por Cádiz –“la adoro”– asegura que es “como un gitano”, pero “con residencia fija”.
Sigue manteniendo la pequeña tienda de la calle 54 en Manhattan, pero ahora tiene también todo el edificio. “La tienda es pequeña, me horrorizan los espacios grandes”. ¿Por qué cree que sus zapatos son los manolos y a ninguno de sus colegas se le reconoce el producto por su nombre de pila?. “Habrá que preguntar a los demás, no tengo ni idea”, resuelve, aunque apunta que también están los jimmys (de Jimmy Choo), o los louboutins. Y pone sonrisa pícara antes de salir corriendo hacia otra sala donde le esperan. “Pero, ¿qué es esto? ¿un maratón?”, pregunta. No da tiempo a aclararle que es la 080 y el tiempo es oro.