La Vanguardia

El monstruo

- Pilar Rahola

Apetición propia, su cara no salía en la pantalla y la cámara mostraba sus manos entrelazad­as, sus gestos nerviosos, el rostro conmovido de Josep Cuní, que lo entrevista­ba con la delicadeza propia del tema. Los que estábamos en plató pudimos ver sus ojos acuosos, su dolor palpitando por todos los poros, su mirada perdida. Cuando se fue, estaba llorando. Su nombre es Manuel, su apellido, el de un padre roto, su caso, el que ha denunciado para que no salga impune el verdugo de su hijo. Es el padre que ha dado a conocer los abusos sexuales que sufrió su hijo, presuntame­nte a manos de su profesor de gimnasia, en la escuela de los Maristas de Les Corts. En su correo abusosenma­ristas@gmail.com, se acumulan las denuncias contra este presunto pedófilo, que estuvo más de 20 años impartiend­o gimnasia, y ya son muchos los padres que se han puesto en contacto con Manuel.

Por supuesto, todo es demasiado delicado como para ahondar en cuestiones de detalle que, además, están sub iúdice. La escuela asegura que actuó inmediatam­ente cuando conoció el primer caso, sobre todo porque el

Manuel explica que su hijo no le abraza porque, amándole como hijo, le rechaza por ser hombre

propio profesor reconoció los hechos. Manuel, en cambio, asegura que no hubo tal celeridad. Sea como sea, la dimensión del escándalo está creciendo a la par que su dimensión judicial, y parece que podríamos estar ante un caso de pederastia de gran magnitud.

De momento lo tangible es el dolor de Manuel. Explica que su hijo no le abraza, que no puede abrazarle, que el contacto con su padre lo retorna a los presuntos abusos del profesor, y que, amándole como hijo, le rechaza por ser hombre. Habla de un adolescent­e quebrado, asustado, aislado, incapaz de forjarse una identidad sólida para avanzar. Y mientras relata los aspectos menos escabrosos de los abusos –aunque ni los ínfimos son poco escabrosos–, la imagen de la infancia rota se proyecta en la retina. Es el horror de la pederastia, la peor de las prácticas delictivas vinculadas al sexo, porque ataca al eslabón más débil de la sociedad. Aseguran los expertos que en la vida de un pederasta hay decenas de víctimas y sitúan la media entre 50 y 60 niños atacados. Es decir, decenas de infancias truncadas por cada tipo repugnante, cada enfermo letal, cada abusador que sale a la calle a cazar. A menudo trabajando cerca de nuestros hijos, eternament­e obsesionad­os por rodearse de niños. Y cuando cazan, sus víctimas no pueden hacer nada porque son vulnerable­s, delicadas, indefensas. Ellos tienen la maldad y el poder.

En este caso, no sé si fallaron los mecanismos de alerta en la escuela, aunque es cierto que estuvo demasiados años como profesor impune. No sé si ha fallado la justicia porque las primeras denuncias son de hace cinco años. Habrá que conocer los detalles, pero de momento tenemos el dolor de un padre con su hijo roto. ¿Cuántos como él en la vida de este profesor? Uno sólo ya tiñe de horror este artículo...

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