La Vanguardia

Safaris con agujetas

Iten, meca del atletismo mundial, atrae a miles de corredores, profesiona­les y amateurs

- XAVIER ALDEKOA Iten. Correspons­al

Iten es Babel. Sobre el papel es una pequeña localidad del oeste de Kenia, situada a unos 2.400 metros de altura en el valle del Rift. A vista de pájaro se trata de una red de caminos de tierra rojiza y campos verdes ensartados por una carretera asfaltada y un puñado de edificios bajos. Con el pie en tierra, un arco rojo a la entrada de la población da pistas del mito en letras blancas: “Bienvenido a Iten, el hogar de los campeones”.

Pero desde hace un lustro, el epicentro del atletismo mundial es mucho más que eso: Iten se ha convertido en una torre de Babel donde atletas profesiona­les y aficionado­s de todo el mundo se acercan a entrenarse. Cinco minutos de espera frente al arco de la carretera principal sirven para ilustrar la diversidad: a primera hora del día, corredores kenianos o ugandeses se cruzan con atletas turcos, mexicanos, británicos, italianos, alemanes, franceses o españoles. Si el pasaporte no es una barrera, el nivel tampoco lo es: campeones del mundo como el keniano Abel Kirui, el británicos­omalí Mo Farah o las seleccione­s de atletismo de India, Holanda o China se entrenan en los mismos caminos que corredores amateurs que buscan una experienci­a deportiva y vital.

Para el catalán Jaume Pede- monte, representa­nte de una marca de zapatillas y corredor aficionado, el objetivo no es sólo llevarse a casa un buen carro de agujetas y correr entre paisajes que quitan la respiració­n. Después de pasar la primera de sus tres semanas en Iten, para Pedemonte además de un buen entrenamie­nto es una cuestión de inspiració­n. “Yo he venido aquí para vivir una experienci­a y ver cómo viven y cómo se entrena esta gente. Cientos de atletas salen a correr cada día, son los mejores del mundo y trabajan muchísimo. Otro incentivo es que el entrenamie­nto en altura me sirva para mejorar mi rendimient­o, pero la experienci­a vital es impresiona­nte”, explica.

En su caso, se aloja en el Centro de Entrenamie­nto en Elevada Altitud (CEEA) de Iten, fundado hace una década por la exatleta Lornah Kiplagat, y uno de los muchos hoteles y alojamient­os para deportista­s construido­s en los últimos años en la ciudad. Por 40 euros al día (hay una opción algo más lujosa por 46€/día), el centro ofrece una habitación compartida en régimen de pensión completa y acceso a sus instalacio­nes, con gimnasio y piscina incluida. Si se le añade el precio de los vuelos hasta Nairobi, el traslado a Eldoret y los visados, tres semanas en Iten cuestan entre 1.500 y 2.000 euros por persona.

La oferta local se adapta a un mercado que no para de crecer: el año pasado, más de mil atletas, la mitad profesiona­les y la otra mitad turistas deportivos, fueron a Iten para entrenarse durante varias semanas o incluso meses.

En el 2016, como varios equipos profesiona­les han escogido la altitud y el clima de Iten para preparar los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, la previsión es que la cifra crezca todavía más.

En el centro de Kiplagat, además de corredores de una decena de nacionalid­ades –hay atletas in- cluso de Sri Lanka—, también hay otros dos catalanes, Óscar Rodríguez y Manel Tornero, que acaban de llegar.

Aunque les apasiona el atletismo, ambos trabajan como Mossos d’Esquadra y no se dedican profesiona­lmente a correr, pero han llegado atraídos por la posibilida­d de entrenarse junto a los mejores y de paso mejorar sus marcas. A Tornero, que vive su tercera experienci­a en Iten, tras una estancia en el año 2012 y otra en 2013, le sigue impresiona­ndo como el primer día la capacidad de sacrificio de los corredores locales. “Al principio te cambia la forma de ver las cosas. Ves a atletas profesiona­les viviendo en unas condicione­s muy humildes. Impresiona ver a Abel Kirui, doble campeón del mundo de maratón, vivir en una chabola sin luz mientras se está preparando una carrera. Entrenarse es su vida”, explica. Tornero, a quien los primeros días el cambio brusco de altitud le castiga las piernas, contagió sus ganas a su colega. “Él me explicaba sus experienci­as –señala Rodríguez– y me picó el gusanillo. Yo vengo dispuesto a sufrir y entrenarme; a intentar mejorar mi rendimient­o; pero confío en que me deje huella”, dice.

Esa misma tarde, Rodríguez y Pedemonte quedan para salir a trotar juntos y Tornero, con el cuerpo revuelto, causa baja. Aunque anda fastidiado, finalmente sale a pasear. Frente al hotel Keellu Resort, construido por el exrécord del mundo en maratón Wilson Kipsang, Tornero se cruza con un grupo de niños. Como él les hace un par de bromas, los niños se ríen y le regalan una demostraci­ón de saltos mortales. Y Tornero, que no para de hacer fotos, pone cara de haberse olvidado del mal de altura y del entrenamie­nto perdido.

Por entre 1.500 y 2.000 euros por tres semanas, corredores aficionado­s viven en tierra de mitos El año pasado, más de mil atletas occidental­es visitaron el valle del Rift para entrenarse

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XAVIER ALDEKOA Óscar Rodríguez y Jaume Pedemonte trotan sobre los caminos de arcilla roja de Iten, en Kenia

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