Sola ante el banquillo
El próximo martes, 9 de febrero, Cristina de Borbón y Grecia, infanta de España (si antes no se produce su renuncia voluntaria al título), volverá a sentarse en una de las 18 sillas, azules con los brazos y patas de aluminio, ubicada frente al tribunal que juzga en Palma el llamado caso Nóos. El juicio oral se pondrá en marcha con las declaraciones de todos los implicados. A la infanta le toca la última, probablemente el día 26 de febrero, pero tendrá que permanecer en la sala durante las tres semanas anteriores, lo que lógicamente, al igual que sucederá con su marido, le obligará a dormir en Mallorca, al menos de martes a viernes, que es cuando se celebrarán las sesiones del juicio.
Los hijos de la pareja seguirán con sus clases en Ginebra, ciudad a la que sus padres podrán desplazarse los fines de semana. Desde que Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina descubrieron la ruta aérea Ginebra-Zúrich-Palma, esa será su vía de entrada y salida de la isla. Sus hijos Juan (16), Pablo (15), Miguel (13) e Irene (10) estarán al cuidado de algunos familiares que se turnarán a lo largo de las tres semanas de duración del juicio oral. Como es comprensible, lo que más afecta al matrimonio Urdangarin es la organización de la logística familiar durante las tres semanas en las que tendrán lugar las declaraciones. No se descarta que la reina Sofía se desplace a la ciudad suiza para pasar algunos días con sus nietos.
La infanta conoció la decisión del tribunal de mantenerla en el banquillo en India, donde se encontraba en un viaje de trabajo para supervisar proyectos de cooperación internacional y, contra lo que se ha publicado, mantuvo el temple por lo que es difícil que alguien pueda decir que la ha visto hundida y mucho menos llorando. En realidad, Cristina de Borbón se estaba preparando desde hace meses para aceptar la posibilidad de seguir acusada. No porque no confiara en la pericia de sus abogados, sino porque sabía perfectamente que, ante la duda, de todas las resoluciones posibles que podía adoptar el tribunal, se optaría por la que dejara claro que Cristina de Borbón no recibía un trato de favor por ser quien es.
Su presencia en el banquillo es un disgusto más en una serie en la que ya suma varios capítulos dolorosos: la pérdida de confianza con sus familiares reales, su descrédito social, su ostracismo institucional y el temor de que, en algún momento, también se cuestione su trabajo. El pasado martes, la infanta estuvo en Barcelona para hablar con los directivos de la Fundació La Caixa sobre su inmediato futuro laboral y el miércoles viajó a Madrid para verse con sus familiares. No fueron encuentros fáciles pero de ellos depende, de momento, su tranquilidad material.