Mejor el silencio
Qué cosa tan absurda, dicen algunos, mientras se cuestionan cómo pudo suicidarse alguien como Benoît Violier, un chef que lo tenía todo, que regentaba un tres estrellas y que estaba en el número uno de La Liste, el nuevo ranking que presentó el ministerio de Asuntos Exteriores francés hace solamente unos meses.
La pregunta resulta tan absurda como el empeño de otros, hace más de una década, en atribuir el tiro que se disparó Bernard Loiseau a la combinación del disgusto por haber descendido un par de puntos en la calificación de su restaurante en la Gault Millau y el pánico a perder la tercera estrella Michelin. Cómo pueden ser tan poderosas las guías, se preguntan, para que alguien se suicide por temor a perder la máxima puntuación. Es una pregunta tan tonta como la que ha servido para titular nume- rosos artículos esta semana, desde que se conoció la desgracia del chef del restaurante del Hôtel de Ville de Crissier ¿Por qué se suicidan los chefs?
A pesar de que se hayan dado coincidencias, hay que simplificar mucho para creer que perder una estrella, que no soportar la presión de perder el estatus de un triestrellado, puede llevar a alguien al suicidio. No es extraño que se avergüencen al leerlo algunos cocineros. Porque saben que hay trabajos aún mucho más estresantes que el suyo; y situaciones en la vida que nada tienen que ver con la frivolidad de las guías y los rankings y que de verdad pueden llevar a alguien, sea chef, bombero o no tenga oficio ni trabajo, que pueden conducir al pozo sin fondo de la desesperación más absoluta. La que conduce a una persona a no querer seguir viviendo. Y ante cosas tan serias los chefs saben que se impone un respetuoso silencio.