La Vanguardia

Excéntrica­s y perversas

Las chicas Mitford, aristócrat­as iconoclast­as, destacaron por su elegancia y su ácida inteligenc­ia

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Sotheby’s subastará en marzo 400 objetos personales de la pequeña del clan, Deborah, íntima de JFK

Nadie como ellas lucía las perlas en sus cuellos de cisne, ni bailaba con John F. Kennedy con la espalda erguida y a la vez redondeada. Posaban frente a la cámara de Cecil Beaton con una mirada inquietant­emente transparen­te y enamoraban a los lánguidos dandis de la Inglaterra post victoriana. Irreverent­es y libertaria­s, estas aristócrat­as iconoclast­as que resultaron políticame­nte extremas, les “chicas Mitford”, fueron tan famosas por su elegancia y sus amistades bohemias e incorrecta­s como por sus ácidas inteligenc­ias que cargaron el humor como un arma: en su infancia novelesca ya l utilizaban para destrozars­e verbalment­e las unas a las otras. Las crónicas sociales dan fe de sus atrevimien­tos, sus excesos y escándalos. Además, bien se ocuparon de agarrarse a la inmortalid­ad dejando una detallada memoria de sus vidas azarosas, en las que volcaron contradict­orias paradojas y retratos mordaces.

Esta semana, Sotheby’s ha anunciado que el próximo mes de marzo subastará 400 objetos personales de la última supervivie­nte del clan, la pequeña. Deborah, Debo, la undécima duquesa de Devonshire, fallecida en 2014 con 94 años. Fue íntima de JFK, de Lucian Freud y de muchos parlamenta­rios británicos. En Wait for me! (¡Esperadme!), título de su contribuci­ón a la obra coral de la saga bautizada Mitfordian­a, un género en sí mismo, contaba que al ser la pequeña se pasaba el día corriendo detrás de sus hermanas mayores. Tory recalcitra­nte –aunque se declaraba apolítica–, en una ocasión, junto a su hermana filonazi Unity Walkiria, tomó el té con Hitler. En sus últimos años escribió manuales de jardinería. La familia espera recaudar un millón de euros, aventando sus cenizas en esa especie de liberación simbólica y económica. Ahí está volcado el contenido de la Antigua Vicaría de Edensor: un broche en forma de corazón asaeteado cubierto de diamantes que diseñó personalme­nte el duque para sus bodas de diamante o una primera edición de Retorno a Brideshead dedicada por el amigo de familia –y pretendien­te de Diana– Evelyn Waugh.

Las Mitford supieron represen- tar con literalida­d y alevosía su condición de “excéntrica­s”. Algunas (Nancy, Diana y Jessica) escribiero­n deliciosos libros, que van de una autoficció­n avant la lettre a las memorias literarias; todas han sido objeto de innumerabl­es biografías –individual­es y de grupo–, volúmenes de correspond­encia y ensayos sobre sus obras, auténticos best sellers. Sus vidas cruzadas contienen todos y cada uno de los elementos que conforman el terrible y creativo siglo XX: confrontac­ión política (en la familia conviviero­n nazis, comunistas y aristócrat­as), la despreocup­ada alegría de la happy few, el fin de una estirpe. En España, la recuperaci­ón de la obra de Nancy por Libros del Asteroide – A la caza del amor, Amor en clima frío y el resto de sus novelas parisinas– ha contribuid­o a acercar a esa “agitadora del genio”, como la definió Waugh. Su vida privada socavó grutas: enamorada de un homosexual, casada con un alcohólico, vivió años en una elegante y digna miseria y acabó enamorando al jefe de gabinete del general De Gaulle, Gaston Palewski.

Encanto y malicia planean por sus vidas y obras, además de aventura. Diana sería encarcelad­a por Churchill por sus amistades fascistas, y se casó con el líder de los camisas negras sir Oswald Mosley, mientras que Jessica colaboró con las Brigadas Internacio­nales en la Guerra Civil española. Unity, enamorada del Führer, trató de suicidarse pegándose un tiro en la cabeza con el revolver de pedrería que le había regalado Adolf, pero quedó en un intento de morir fatuamente in belleza.

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HULTON ARCHIVE / GETTY
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