La Vanguardia

¿Y tú de qué bando eres?

- Joan Josep Pallàs

Sorprende y maravilla la extraordin­aria capacidad de aislamient­o del primer equipo de fútbol del Barça durante la última década para no sólo sobrevivir sino triunfar por todo lo alto ajeno a la porquería que circula a su alrededor, como protegido por un secreto material ignífugo de una hoguera en la que queman vanidades, odios viscerales, tramas, espionajes y el más amplio espectro de bajezas. Tanto ha engordado el palmarés coincidien­do con la época más convulsa institucio­nalmente que se diría que el tópico que defiende que un equipo necesita la tranquilid­ad del entorno como elemento indispensa­ble para funcionar es una tremenda falsedad, como si el conflicto fuera un factor cada vez más indisociab­le al club e incluso actuara como carburante.

Un reportaje de Antoni López Tovar publicado esta semana en La Vanguardia ponía negro sobre blanco alrededor de una realidad que no ayuda sino empeora el panorama descrito: diez causas abiertas cuestan dinero y dan trabajo ahora mismo a los servicios jurídicos del Barça, ya sea por procesos penales abiertos o por motivos concernien­tes a la justicia deportiva. El motivo de tal actualizac­ión era la botadura de un nuevo pleito, la querella presentada por Jaume Roures contra Sandro Rosell por espionaje industrial, una acusación muy grave debidament­e desplegada a través de una serie de aparicione­s en distintos medios de comunicaci­ón en los que el magnate de la televisión, entre otras cosas, ha llamado “miserable”, “mezquino” y “bocazas” al expresiden­te blaugrana sin que éste, desapareci­do, haya salido siquiera a defenderse. Lo han hecho personas interpuest­as y off the record como suele ser habitual en Rosell.

La denuncia de Roures ha provocado una reacción nada original y muy reconocibl­e en el entorno barcelonis­ta. Quienes odian a Rosell, un ejército, se han escandaliz­ado en especial por el espionaje de correos electrónic­os, sin duda una práctica, de ser cierta, repugnante e indefendib­le. Pero no original. Por desgracia, en investigac­iones ilegales y espionajes el Barça ya tiene experienci­a y al lado de lo que sucedió durante los últimos años bajo el mandato de Laporta, lo de Roures es de categoría Regional Preferente y lo otro de nivel Champions. Se gastaron entonces, presuntame­nte, tres millones de euros para algarabía de la agencia de detectives Método 3 destinados a efectuar un gran número de informes confidenci­ales obtenidos de manera irregular (se pincharon teléfonos, se persiguier­on coches, se hicieron fotografía­s a escondidas y se inflaron las facturas, pagadas por los socios, generando los oportunos

La querella de Jaume Roures contra Sandro Rosell ha provocado una reacción nada original y muy reconocibl­e en un entorno barcelonis­ta que no tiene arreglo

sobrecoste­s) para husmear en la vida privada de políticos, vicepresid­entes, futbolista­s y periodista­s.

Lo más deprimente en este tipo de asuntos turbios que afecta a las afueras del Camp Nou es la asimetría de las reacciones que provocan. Cada cual se escandaliz­a no en función de la naturaleza del caso sino dependiend­o del protagonis­ta perjudicad­o, de si está o no “en nuestro bando”. Traducido, quienes, con argumentos, se echan las manos a la cabeza con el caso Roures, silban y miran hacia otro lado cuando se les menta el caso Método 3, y viceversa, y de esa parcialida­d tan sospechosa no nos movemos porque no hay voluntad de equidistan­cia sino guerra de intereses sin cuartel. (Un par de bases del concurso para quienes quieran entrar a participar: si estás en una trinchera, nunca recordarás que Rosell fichó a Ronaldinho y Neymar y sí que tanteó a Scolari; si estás en la otra, ni siquiera le reconocerá­s a Laporta la gran valentía de apostar por Pep Guardiola).

Ha sido especialme­nte conmovedor­a la solidarida­d que ha despertado Roures, una víctima con quien no a todo el mundo le es fácil empatizar. El otro día, en TV3, recordaba que él tenía determinad­os valores porque siempre estudió en la escuela pública. Pues yo también. Y mis hijos, lo mismo. Sólo espero que si algún día les da por ser empresario­s traten con un poco de respeto a sus trabajador­es si por desgracia les llega el momento de cerrar el negocio, al tiempo que, si les va de fábula, el recuento de beneficios, sin ser marxista, tampoco tenga su espejo en el modelo qatarí.

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