¿Y tú de qué bando eres?
Sorprende y maravilla la extraordinaria capacidad de aislamiento del primer equipo de fútbol del Barça durante la última década para no sólo sobrevivir sino triunfar por todo lo alto ajeno a la porquería que circula a su alrededor, como protegido por un secreto material ignífugo de una hoguera en la que queman vanidades, odios viscerales, tramas, espionajes y el más amplio espectro de bajezas. Tanto ha engordado el palmarés coincidiendo con la época más convulsa institucionalmente que se diría que el tópico que defiende que un equipo necesita la tranquilidad del entorno como elemento indispensable para funcionar es una tremenda falsedad, como si el conflicto fuera un factor cada vez más indisociable al club e incluso actuara como carburante.
Un reportaje de Antoni López Tovar publicado esta semana en La Vanguardia ponía negro sobre blanco alrededor de una realidad que no ayuda sino empeora el panorama descrito: diez causas abiertas cuestan dinero y dan trabajo ahora mismo a los servicios jurídicos del Barça, ya sea por procesos penales abiertos o por motivos concernientes a la justicia deportiva. El motivo de tal actualización era la botadura de un nuevo pleito, la querella presentada por Jaume Roures contra Sandro Rosell por espionaje industrial, una acusación muy grave debidamente desplegada a través de una serie de apariciones en distintos medios de comunicación en los que el magnate de la televisión, entre otras cosas, ha llamado “miserable”, “mezquino” y “bocazas” al expresidente blaugrana sin que éste, desaparecido, haya salido siquiera a defenderse. Lo han hecho personas interpuestas y off the record como suele ser habitual en Rosell.
La denuncia de Roures ha provocado una reacción nada original y muy reconocible en el entorno barcelonista. Quienes odian a Rosell, un ejército, se han escandalizado en especial por el espionaje de correos electrónicos, sin duda una práctica, de ser cierta, repugnante e indefendible. Pero no original. Por desgracia, en investigaciones ilegales y espionajes el Barça ya tiene experiencia y al lado de lo que sucedió durante los últimos años bajo el mandato de Laporta, lo de Roures es de categoría Regional Preferente y lo otro de nivel Champions. Se gastaron entonces, presuntamente, tres millones de euros para algarabía de la agencia de detectives Método 3 destinados a efectuar un gran número de informes confidenciales obtenidos de manera irregular (se pincharon teléfonos, se persiguieron coches, se hicieron fotografías a escondidas y se inflaron las facturas, pagadas por los socios, generando los oportunos
La querella de Jaume Roures contra Sandro Rosell ha provocado una reacción nada original y muy reconocible en un entorno barcelonista que no tiene arreglo
sobrecostes) para husmear en la vida privada de políticos, vicepresidentes, futbolistas y periodistas.
Lo más deprimente en este tipo de asuntos turbios que afecta a las afueras del Camp Nou es la asimetría de las reacciones que provocan. Cada cual se escandaliza no en función de la naturaleza del caso sino dependiendo del protagonista perjudicado, de si está o no “en nuestro bando”. Traducido, quienes, con argumentos, se echan las manos a la cabeza con el caso Roures, silban y miran hacia otro lado cuando se les menta el caso Método 3, y viceversa, y de esa parcialidad tan sospechosa no nos movemos porque no hay voluntad de equidistancia sino guerra de intereses sin cuartel. (Un par de bases del concurso para quienes quieran entrar a participar: si estás en una trinchera, nunca recordarás que Rosell fichó a Ronaldinho y Neymar y sí que tanteó a Scolari; si estás en la otra, ni siquiera le reconocerás a Laporta la gran valentía de apostar por Pep Guardiola).
Ha sido especialmente conmovedora la solidaridad que ha despertado Roures, una víctima con quien no a todo el mundo le es fácil empatizar. El otro día, en TV3, recordaba que él tenía determinados valores porque siempre estudió en la escuela pública. Pues yo también. Y mis hijos, lo mismo. Sólo espero que si algún día les da por ser empresarios traten con un poco de respeto a sus trabajadores si por desgracia les llega el momento de cerrar el negocio, al tiempo que, si les va de fábula, el recuento de beneficios, sin ser marxista, tampoco tenga su espejo en el modelo qatarí.