El alcalde de Londres usa el ‘Brexit’ para debilitar a Cameron
Johnson pide la salida de Europa en un pulso por el liderazgo ‘tory’
David Cameron y Boris Johnson son como dos púgiles que se temen mutuamente y se han esquivado a lo largo de toda la vida, desde que estudiaban juntos en Eton, pero que por fin van a verse las caras y chocar guantes en el cuadrilátero de la política. El combate del siglo. Rocky Balboa contra Apollo Creed. Muhammad Ali contra George Foreman. Y en juego no sólo las carreras y el prestigio de ambos, sino el futuro del Reino Unido y de Europa.
La relación –con toques de épica de Homero y drama shakespeariano– está llena de respeto, inquina, antipatía, miedo e incluso un cierto afecto. Cuando eran niños, Boris, dos cursos por delante, hijo de un eurócrata y una artista, con sangre turca en sus venas, era el estudiante brillante que hablaba latín, recitaba a Churchill, se sabía de memoria La marsellesa y decía que de mayor quería ser “rey del mundo”. Cameron era el gamberro que se lo pasaba pipa y aprobaba justito los exámenes, pero es quien ha llegado antes al 10 de Downing Street. El alcalde de Londres lo considera una aberración que debe ser corregida cuanto antes.
Y es así como ha optado por encabezar la campaña para la salida de Europa, a pesar de que quienes lo conocen bien dicen que en el fondo es un eurófilo (aunque crítico de la burocracia de Bruselas y de la pérdida de soberanía que implica la Unión Europea). Ha plantado a Cameron, que intentó seducirlo con el cargo de ministro de Exteriores o Interior. Y ha preferido convertir el referéndum no sólo en un sí o no a Europa, sino en una consulta para decidir quién será primer ministro en el verano. Si triunfa el Brexit, el actual tendrá enormes presiones para dimitir, y Boris Johnson será el mejor situado para sucederle.
El primer intercambio de golpes se produjo ayer en la Cámara de los Comunes, donde Cameron vendió lo mejor que pudo su trato con la UE en una intervención de dos horas y media llena de pullas dirigidas a su rival, y descartando de manera categórica la posibilidad (esbozada por Johnson) de que un voto el 23 de junio por la salida de Europa pueda ir seguido de una renegociación con Bruselas y un segundo referéndum en condiciones más favorables para el Reino Unido. “Conoz- co muchas parejas que han iniciado los trámites de divorcio –comentó el premier con ironía–, pero no conozco ninguna que lo haya hecho para renovar a renglón seguido sus votos matrimoniales”.
Cameron, en una apasionada exhortación que tendrá que repetir muchas veces en los próximos meses si quiere ganar la consulta, calificó la ruptura con la UE como “un salto al vacío que pondría en peligro la prosperidad económica, la seguridad, el empleo y las inversiones”, literalmente los mismos argumen- tos que utilizó para persuadir a los escoceses de que no optaran por la independencia. Pero su propio ministro de Trabajo y Pensiones, Iain Duncan Smith, le contradijo en seguida, afirmando que “la permanencia en Europa hace imposible controlar nuestras propias fronteras, y nos expone a atentados como los de París”. Duras palabras.
Johnson aguantó estoicamente la caña que le dio Cameron, y sólo hizo una pregunta. “¿Podría explicar el honorable primer ministro
RIVALIDAD Si Cameron gana el referéndum, pasará a la historia; si pierde, lo puede sustituir Johnson
PRONÓSTICO S Con los votantes ‘tories’ a favor de no a la UE, la decisión corresponderá a los laboristas
exactamente de qué manera devuelve soberanía al pueblo británico el pacto que ha negociado en Bruselas?”. Cameron respondió con una larga disquisición sobre el cambio filosófico fundamental que supone recortar los beneficios a los inmigrantes, liberar a la City de futuras regulaciones y eximir al Reino Unido del objetivo de una “unión cada vez mayor”. “Vaya chorrada”, se oyó que murmuraba el alcalde. Las hostilidades se han declarado.
El fichaje de Johnson ha dado impulso a la campaña por la salida, porque se trata de uno de los mejores oradores y de los personajes más carismáticos de la política británica, capaz de engatusar a muchos indecisos y a jóvenes que normalmente no se interesan por estos asuntos. Dentro del grupo parlamentario tory, 122 diputados se han declarado por ahora partidarios de seguir en la UE, 106 por marcharse, y 102 aún no han dicho nada. Los bandos están claramente definidos, con curiosos compañeros de cama. Junto a Cameron se hallan el líder laborista Jeremy Corbyn y la primera ministra nacionalista de Escocia, Nicola Sturgeon. Con Johnson y los euroescépticos, seis ministros, la mitad del grupo parlamentario, tres cuartas partes de las bases tories, los unionistas del Ulster y el ultraderechista Nigel Farage del UKIP.
“El mundo al revés –comentó en un receso un diputado liberal demócrata–. En noviembre Bernie Sanders puede ser presidente de Estados Unidos, Boris primer ministro británico, y el Reino Unido puede estar fuera de Europa”.