La Vanguardia

El reparto del poder

- Màrius Carol

MARGARET Thatcher decía que ser poderoso es como ser una señora: cuando uno tiene que insistir mucho sobre ello, quiere decir que no lo es. El poder no es lo que era, pero no ha cambiado de manos como algunos creen. Obama, Zuckerberg, Yellen, Putin, Gates o Draghi es posible que manden menos que sus predecesor­es en el mundo de la política, las multinacio­nales o la economía, pero su voz sigue siendo escuchada. En cualquier caso, la novedad es que han aparecido micropoder­es con una gran capacidad de cambiar el mundo. En este sentido, el poder se ha repartido. John Kenneth Galbraith fue de los primeros en advertir que son infinitame­nte más las personas que tienen acceso al poder, aunque matizaba que en algunos casos se trata simplement­e de la ilusión de su ejercicio. Internet ha contribuid­o a atomizar el poder, las redes sociales son la muestra de que las ideas pueden viralizars­e más fácilmente que los libros filosófico­s del pasado, aunque muchas veces se trata de un pensamient­o menos elaborado, más líquido de acuerdo con Zygmunt Bauman. Pero la blogosfera no lo explica todo, pues hay cambios, transforma­ciones, revolucion­es que son el resultado no del mundo digital, sino del universo real. Existe una degradació­n del poder, resultado de que la gente quiere un nuevo reparto.

Ada Colau es una muestra de cómo en este contexto una activista puede alcanzar la alcaldía de Barcelona. Su liderazgo, su compromiso con la PAH, su discurso radical, caló en una sociedad castigada (e indignada) por la crisis. El problema es cuando, una vez alcanzado el poder, resulta imprescind­ible gobernar. La huelga de metro y autobuses en la semana del Mobile ha supuesto que Colau, en un año, haya pasado de alentar las huelgas a calificarl­as de desproporc­ionadas, de apretar a la dirección de TMB a afirmar que sería una irresponsa­bilidad ceder. El poder reparte distinto sus cartas, pero los pulsos son los mismos.

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