La Vanguardia

Cumbre con Louis de Funès

Tusk mantuvo un total de 26 reuniones bilaterale­s con líderes de la UE para cerrar el pacto con Londres

- Bruselas. Correspons­al BEATRIZ NAVARRO

La imagen de la mujer más poderosa de Europa, Angela Merkel, canciller de Alemania, comprando patatas fritas en un puesto callejero de Bruselas para ella y sus colaborado­res –44 cucuruchos de frites con mayonesa, más uno con salsa andalouse para ella, siguiendo el consejo del tendero de la Maison Antoine– es, cuando menos, insólita. A pocos metros de allí, se celebraba una de las cumbres más importante­s de los últimos tiempos para el futuro de la Unión Europea: la renegociac­ión del estatus del Reino Unido, que el próximo 23 de junio someterá a re- feréndum su pertenenci­a al club.

Las concesione­s fueron más lejos de lo que cabía esperar, al haber cedido la UE en algunas cuestiones de principios, como la libre circulació­n de trabajador­es. Pero Merkel podía irse tranquila del edificio Justus Lipsius, la sede del Consejo Europeo. El trato ofrecido a David Cameron, el primer ministro británico, se había redactado desde el primer día dentro de los cauces pautados por Berlín. Y la (criticada) técnica negociador­a de Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, dejó a casi todos los líderes europeos sin trabajo la mayor parte del día: reuniones bilaterale­s, similares a los confesiona­rios de otras cumbres pero sólo con aquellos dirigentes que tuvieran quejas. Hubo una cena de trabajo el jueves sobre la cuestión británica y un debate sobre asilo en el que un líder, escéptico con la estrategia europea, proclamó: “Creo en la resurrecci­ón, pero sigo sin creer en la relocaliza­ción” de refugiados. El viernes la mayoría de dirigentes europeos se encontraro­n extrañamen­te desocupado­s.

“Me gustaría que cuando me convoquen a las diez de la mañana la reunión no se celebre once horas después; no nos gusta que nos dejen once horas tirados... A usted no le gusta, ¿verdad? A mí tampoco”, se quejó ante la prensa al final de la cumbre Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno español no participó en ninguna de las 26 reuniones bilaterale­s celebradas por Tusk y, como muchos otros líderes, optó por irse al hotel a descansar. A la vuelta se pasó por la misma friterie que Merkel y, al final, haciendo honor a sus conocida aversión a la comida de las cumbres europeas, recenó pizza con su equipo.

Tusk centró sus contactos en unos pocos dirigentes europeos. Ocho de sus bilaterale­s fueron con Cameron, para comprobar si aceptaba los cambios en el texto que iba negociando. Otras cinco reuniones implicaron al presidente francés, François Hollande, erigido en portavoz de la zona euro, explicaron fuentes de la negociació­n, en las cuestiones relativas al gobierno económico. El primer ministro belga, Charles Michel, se ocupó de defender en una reunión las cuestiones más filosófica­s del acuerdo, co- mo la excepción para Londres del principio de que la UE avance “hacia una unión más estrecha”.

Pasadas las cuatro de la tarde, Tusk sentó a Hollande y Cameron cara a cara para que se dijeran directamen­te en qué puntos estaba dispuesta a ceder cada delegación; los respectivo­s equipos lo sabían de antemano, pero hizo falta ese trámite para avanzar. Comenzó en-

TIEMPO DE COMEDIA La delegación alemana vio una película cómica francesa mientras Tusk negociaba con el Este

CRISIS DE ASILO “Todavía creo en la resurrecci­ón, pero no en la relocaliza­ción” de refugiados, dijo un líder

tonces la negociació­n sobre las excepcione­s a la libre circulació­n de trabajador­es. Llevaron más tiempo del previsto (hubo tres bilaterale­s con Bohuslav Sobotka, primer ministro checo y portavoz del grupo de Visegrado y dos, sorpresa, con la premier polaca, Beata Szydło).

Si hubo tensión en esos momentos fue más bien cómica: la delegación alemana estaba viendo una película de Louis de Funès y ni se inmutó, confirmaro­n fuentes europeas que pasaron por la sala, famosa por tener siempre snacks alemanes a mano. Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, vio por un pasillo, aburrido, a Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, e improvisó una bilateral con él; también medió entre el primer ministro italiano, Matteo Renzi, y Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión, para que se vieran y trataran de reconcilia­rse... A las diez y media de la noche, Tusk anunció el acuerdo. Todo el mundo sabía que la película de la noche iba a tener final feliz. Están por ver sus secuelas para la UE.

 ?? ‘DE STANDAARD’ ?? La canciller alemana, Angela Merkel, tomándose unas patatas fritas en el tradiciona­l puesto de Maison Antoine, en Bruselas
‘DE STANDAARD’ La canciller alemana, Angela Merkel, tomándose unas patatas fritas en el tradiciona­l puesto de Maison Antoine, en Bruselas

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