Nevada elige hoy entre Rubio y Cruz como alternativa a Donald Trump
El magnate es favorito, pero el interés se centra en la pelea de sus perseguidores
En el estado de Nevada apenas se hacen encuestas electorales, porque celebra caucus (asambleas de vecinos) en vez de primarias y siempre registra escasa participación y por eso los sondeos suelen errar el pronóstico todavía más que de costumbre. El último publicado vaticina para el caucus que se celebra hoy una nueva victoria de Donald Trump con 16 puntos de ventaja sobre su inmediato seguidor. Sin embargo, no es la victoria de Trump la clave del caucus de Nevada, sino cómo se resuelve la disputa por el segundo puesto entre Marco Rubio y Ted Cruz, los dos senadores de origen cubano.
Nevada tiene importancia sobre todo porque es el trampolín previo al supermartes, el conjunto de primarias y caucus que se celebrarán simultáneamente el 1 de marzo en doce estados (y también en la Samoa Americana). Tras el éxito de Rubio en Carolina del Sur, donde quedó segundo, dos décimas por delante de Cruz, un buen resultado en Nevada supondría un impulso importantísimo para afianzarse como el candidato del establishment republicano. Cruz no disputa ese privilegio, porque igual que Trump es un candidato contrario al aparato del partido republicano, al que suele incluir en lo que denomina “el cártel de Washington”.
Marco Rubio afronta el caucus de Nevada con alguna posibilidad incluso de ganar si como parece probable los partidarios de Jeb Bush acaban decantándose por el senador de Florida, tras la renuncia del exgobernador. En las últimas horas, destacados líderes republicanos de Nevada que apoyaban a Bush se han pasado con armas y bagajes a las filas de Rubio, entre ellos el senador Dean Heller y el representante Mark Amodei.
Se trata de apoyos que pueden resultar claves en un caucus en el que van a votar apenas unas decenas de miles de ciudadanos. Si en el caucus demócrata del sábado votaron unas 80.000 personas, en el republicano lo harán muchas menos, así que las diferencias serán escasas. Los propagandistas del equipo de Rubio ya han pasado la consigna de que su patrocinado está en condiciones de ganar en Nevada.
A favor del senador de Florida juega también su historia personal vinculada al estado de Nevada que se encargó de explotar el domingo en un mitin en North Las Vegas. “Cuando yo era pequeño, mi padre camarero y mi madre, limpiadora de hotel, buscaron su oportunidad en Las Vegas, un lugar de nuevos comienzos y segundas oportunidades”. Son las historias que aunque repetidas siguen cautivando a los estadounidenses”. Con ese discurso de self made man y una ortodoxia conservadora a prueba de bom- ba, Rubio está consiguiendo sus mejores registros entre los profesionales urbanos con estudios de entre 30 y 45 años.
Para contrarrestar el renovado empuje de Rubio, Ted Cruz optó por hacer campaña en Pahrump, una ciudad colindante con California, famosa por sus burdeles legales y porque fue donde aterrizaron los marcianos en la película Mars
Attacks! El mitin de Cruz debía celebrarse en el bar de un centro deportivo pero tuvo más público del previsto y finalmente habló en el aparcamiento subido a un pick up. Que el caucus de Nevada se va a decidir por un puñado de votos lo dejó claro el senador texano: “Los hombres y mujeres en este estacionamiento pueden cambiar el resulta- do del caucus de Nevada”. Cruz tuvo que pedir la dimisión de su director de comunicaciones, Rick Tyler, por haber inventado una historia con la que acusaba a Rubio de insultar la Biblia.
Donald Trump se ha tomado la campaña de Nevada con más calma. Mientras sus rivales recorrían los pueblos, él prefirió enviar a su hijo a buscar el voto rural y él se reservó un sólo mitin anoche en el Strip de Las Vegas. En la ciudad de los casinos, el magnate del juego de Atlantic City no tiene ninguno, pero desde todos los ángulos se divisa el hotel de lujo que lleva su nombre. Aun así, la American Gaming Association no sólo no ha pedido el voto para Trump, sino que en la calificación de su guía electoral le pone un semáforo en ámbar, que significa que no le considera un gran aliado.
El senador de Florida aspira incluso a ganar con los nuevos apoyos que recibe de los partidarios de Bush