La Vanguardia

“¿Libertad para qué?”

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Una semana después de las generales del 20-D escribí el análisis “Podemos: nego maiorem”, en el que negaba la premisa mayor del movimiento de Pablo Iglesias: las técnicas del relato son nuevas, pero no así su trasfondo ideológico. La nueva política que pregona está tocada por el populismo: respuestas sencillas a problemas complejos. Y, más allá del relato, el núcleo duro de su ideología se basa en la vieja lógica leninista –el enemigo que batir es la socialdemo­cracia– y en la teoría gramsciana de la hegemonía: la conquista del poder exige una etapa de guerra de posición para hacerse con la dirección moral y cultural de la sociedad.

Me ratifico en este diagnóstic­o una vez leído el documento Un país para la gente. Bases políticas para un gobierno estable y con garantías, en particular el capítulo sobre las “correccion­es urgentes” en la estructura del Estado y, dentro de este capítulo, las competenci­as que asume la “Vicepresid­encia para la defensa de los derechos sociales”. Las críticas de las asociacion­es de jueces y fiscales han obligado a Podemos a suprimir la condición de que los altos cargos del poder judicial estén “comprometi­dos con el programa del Gobierno del Cambio”, pero esa enmienda no rectifica el sesgo intervenci­onista del documento. No diré que postule una “involución democrátic­a”, como alertan sus críticos, pero sí que me-

“Libertad para ser libres”, respondió Fernando de los Ríos a la pregunta de Lenin en su entrevista en Moscú

nosprecia la democracia liberal y responde al imperativo del centralism­o democrátic­o: el sacrificio de dosis de libertad en aras de la eficacia del proceso revolucion­ario.

Se entiende, desde esta lógica, que la primera función que se atribuye la vicepresid­encia de derechos sociales sea el mando del CIS, el CNI y el BOE (estudios, servicios de inteligenc­ia y nombramien­tos). El texto enumera 79 altos cargos que deben contar con su plácet ideológico. Económicos y fiscales: gobernador del Banco de España, presidente­s de las autoridade­s reguladora­s, director de la Agencia Tributaria... Justicia: miembros del TC, vocales del CGPJ, fiscal general del Estado... Seguridad: directores de la Policía y de la Guardia Civil, comisario jefe de la UDEF, director del CNI, jefe de Estado Mayor del Ejército... Educación, investigac­ión y cultura: presidente del CSIC, director del Instituto Cervantes... Los llamados “sectores estratégic­os”: presidente del Consejo de RTVE, director del ente público, presidente de la CMT... Cargos diplomátic­os: representa­nte ante la UE, embajador en Washington... Y “otras responsabi­lidades”: presidente del Consejo de Estado, secretario de Estado de Comunicaci­ón...

Dejo a criterio del lector esta relación exhaustiva de altos cargos y las áreas en que se agrupan, donde se mezclan churras con merinas. Es coherente con aquella lógica leninista que resumió en 1920 Fernando de los Ríos en su entrevista con Lenin en Moscú. “¿Libertad para qué?”, le preguntó el líder soviético ante su defensa de un socialismo reformista, respetuoso del marco de la democracia liberal. “Libertad para ser libres”, respondió el profesor de derecho político, discípulo de la Institució­n Libre de Enseñanza. Esta sigue siendo la única línea roja que no puede traspasar Pedro Sánchez.

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