Temor al contagio del ‘Brexit’
EL anuncio del popular alcalde de Londres, el conservador Boris Johnson, de que hará campaña por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea –el Brexit– ha sido como una puñalada en la espalda del primer ministro, David Cameron, buen amigo suyo, y supone el primer gran obstáculo que este encuentra en su campaña a favor de la pertenencia de su país al club comunitario que acaba de iniciarse y que deberá votarse el 23 de junio.
La libra esterlina, que se había reforzado el viernes por el acuerdo en la cumbre de Bruselas que pactó el nuevo estatus de Gran Bretaña en la Unión Europea, acusó inmediatamente el impacto de la traición de Johnson y cayó ayer a su nivel más bajo en siete años frente al dólar y volvió a debilitarse frente al euro.
Los inversores de la City, contrarios al Brexit, ven muy negativa la postura de Johnson por el hecho de que, además, este se perfila como el futuro sucesor de Cameron al frente del Partido Conservador. Realmente, la batalla interna en el seno de esta formación política, donde el primer ministro tiene a sus mayores adversarios, le complica ganar la consulta popular sobre la continuidad del país en la Unión Europea dentro de cuatro meses. En el seno de su propio Gobierno tiene hasta cinco ministros a favor del Brexit. Todo ello es mucho peor que el daño que le puede hacer el propio Nigel Farage, líder del partido xenófobo y euroescéptico UKIP. Paradójicamente, en cambio, el principal aliado de Cameron a favor de la permanencia europea es el líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn.
El primer ministro defendió ayer ante el Parlamento británico el acuerdo logrado con la Unión Europea, que ha sido acogido con un gran escepticismo entre la clase política y los medios de comunicación, que lo califican de puro teatro. Pero, muy probablemente, el 23 de junio la gente no votará en función de los puntos de dicho acuerdo, sino por otras razones, como las ventajas o desventajas económicas y políticas de la pertenencia a la Unión Europea, que es en lo que centró Cameron su discurso ante los parlamentarios.
Las excepciones británicas negociadas en la cumbre del pasado viernes en Bruselas, en cambio, pueden abrir una brecha en las columnas, ya algo resquebrajadas, del proyecto europeo. François Hollande y Angela Merkel han defendido que en el acuerdo con Gran Bretaña no ha habido ninguna derogación de las reglas fundamentalles europeas, pero lo cierto es que comporta el riesgo de dar pie a una Europa a la carta, en la que cada Estado miembro exija condiciones especiales bajo el chantaje de un referéndum, sobre todo si triunfase el Brexit. El Foro Económico Mundial, en este sentido, teme esos procesos de renegociación que podrían llegar a darse incluso hasta en Francia, Holanda y Dinamarca, impulsados por los partidos populistas, sobre todo en lo que se refiere a la limitación del acceso de los inmigrantes del Este y de sus derechos sociales. Entrar por este camino iría en contra de las bases del proyecto europeo, pero lo cierto es que se ha aceptado ya con Gran Bretaña y se ha sentado un grave precedente.
En los próximos meses la Unión Europea en su conjunto, y no sólo Gran Bretaña, pasará una dura prueba. Pero no únicamente por la amenaza del Brexit, sino que también, como ha dicho el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, se sumará el agravamiento de la crisis migratoria en primavera y de la cada vez peor crisis económica griega.