El Mobile, un esfuerzo colectivo
BARCELONA inauguró ayer su undécima edición del Mobile World Congress (MWC). Y lo hizo con una indeseada nota discordante: la huelga de metro. Pese a los servicios mínimos establecidos, esta huelga causó dificultades y retrasos a los congresistas que optaron por tal medio de transporte. También las causó, en mayor medida, a los barceloneses que vieron alterados sus desplazamientos hacia el trabajo o la escuela. Asimismo, propició una mayor afluencia de vehículos privados a las principales arterias barcelonesas, que estuvieron sobrecargadas durante todo el día. En suma, la huelga resultó ser un contratiempo –evitable– en un momento en que Barcelona debe ofrecer su mejor nivel de servicio.
La línea de metro que facilita las comunicaciones entre la ciudad, el aeropuerto y el recinto de la Fira en l’Hospitalet ha requerido un notable esfuerzo a las instituciones catalanas, que lograron inaugurar apenas hace unos días los tramos mencionados. Dicho esfuerzo ha quedado ahora empañado por la huelga de los trabajadores de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). El modo en que han antepuesto sus intereses particulares a los del conjunto de la ciudad –los 100.000 participantes en el MWC dejan en Barcelona unos 460 millones de euros– nos parece de todo punto injustificable: se trata de una conducta egoísta e irresponsable. Y el hecho de que el Ayuntamiento que lidera Ada Colau (cuya sintonía con determinadas luchas es bien conocida) haya sido incapaz de llegar a un acuerdo para evitar el conflicto en fechas tan delicadas para la ciudad tampoco dice mucho en su favor.
Esta huelga no beneficia a nadie, y puede perjudicar a muchos. No afectará por ahora a la continuidad del MWC en Barcelona, que está firmada hasta el 2023. Pero es obvio que en nada ha complacido a sus organizadores. John Hoffman, consejero delegado de GSMA, la entidad que reúne a las empresas de telefonía móvil, expresó ayer su enfado ausentándose de la inauguración y el almuerzo oficial del MWC. Fue un gesto airado, pero acaso atribuible a las tensiones que provoca un evento de tan compleja organización y al comprensible deseo de que todo funcione del mejor modo posible.
El MWC, que ciertos agentes sociales usan como moneda de cambio en sus negociaciones, es más que eso. Es el resultado de las aportaciones de incontables personas, de aquí y foráneas, que merecen otro trato. Por ello esperamos que las conversaciones entre las partes enfrentadas, que se reiniciaron anoche, fructifiquen y permitan superar este contratiempo disonante en un certamen –por todo lo demás– ejemplar.