Antagonistas replicantes
Una de las características de la España del aznarismo fue demostrar que se podía gobernar y generar mayorías contra Catalunya. Adoptar esta lógica política de suma cero ha supuesto un gran error que ha provocando un alineamiento estratégico tanto por una parte de la derecha y la izquierda española como por una parte del independentismo, apostando por alimentar los antagonismos replicantes. Es decir, se ha primado, como política de alto rendimiento electoral, abonarse a una situación en la que los argumentos se retroalimentan en reproches entre unos y otros. Una especie de microley del talión que hace a los españoles más españoles y a los catalanes más catalanes y que niega toda solución.
Antagonistas replicantes que se buscan incansablemente para no dejar de existir. Un escenario político cada día más expuesto en los medios de comunicación, donde los ciudadanos buscan reafirmar que se encuentran en el bando correcto. Ante esta realidad deberíamos preguntarnos qué debemos hacer para no vernos atrapados en esta lógica. En primer lugar, debemos asumir que en una controversia, como nos hizo ver Nelson Mandela, lo mejor es no adoptar un papel moralmente superior y privar de él a tu interlocutor. ¿Cómo hacerlo? Asumiendo que Catalunya ha cambiado y, consecuentemente, España. Aceptar que España ha cambiado no implica rebajarse a las demandas catalanas. Aceptar que Catalunya no tiene una única solución, entre independencia o nada, no ha de significar perder. Es necesario demostrar que se puede gobernar a favor de Catalunya y España. Para ello, el camino de las reformas debe ser el principal factor para reforzar una vía de entendimiento.
No es fácil desactivar estos antagonismos, pero más difícil es seguir avanzando en esta espiral hacia dentro, que nos lleva a un agujero negro donde se pierde toda nuestra energía. En este sentido, un primer paso sería restituir la profundidad y claridad de términos como democracia, libertad, progreso, sociedad, independencia, igualdad, para que en ellos se nos hagan visibles no sólo los derechos, que reclaman los antagonistas replicantes, sino también los deberes que les son propios y que es donde reside su fortaleza.