Retorno al infierno de Sartre
Huis clos (A porta tancada)
Autor: Jean-Paul Sartre Traducción: Manuel de Pedrolo Dirección: Jordi Prat i Coll Lugar y fecha: Sala Atrium (21/II/2016) Para conmemorar el quinto aniversario de su inauguración, la sala Atrium empezó a ensayar el enero pasado Huis clos de JeanPaul Sartre, la misma obra con la que, en enero del 2011, se hicieron las primeras representaciones en el nuevo local. Los responsables de la sala deben considerar, quizás, que Inés, Estelle y Garcin, los personajes de este clásico contemporáneo que coinciden en el infierno sartriano, son una especie de trío talismán que les puede asegurar en el próximo quinquenio unos éxitos parecidos a los que han conocido hasta ahora.
Esta vez, el director invitado de A porta tancada es Jordi Prat i Coll, mientras que en la interpretación repite la actriz Patrícia Mendoza en el difícil papel de Inés, la lesbiana antigua empleada de correos que se ha suicidado arrimada a la cocina de gas.
Recordaré que los otros dos condenados que Sartre reunió en su cercado infernal son el periodista Garcin (Xavier Ripoll), un hombre que alardea de pacifista y que ha muerto fusilado, y Estelle (Mireia Trias), una mujer joven, asesina de una criatura, casada con un hombre rico y muerta de una neumonía. Si la exempleada de correos viste modestamente y el periodista con la austeridad de un intelectual de izquierdas, Es- telle, con un vestido blanco de la cabeza a los pies, es la imagen de una sofisticada elegancia, que le obligará a rehusar con un cierto desprecio la maniobra de seducción que intentará Inés.
El primer tramo del espectáculo el autor lo utiliza para acumular las tensiones que estallarán en la segunda parte, donde el fuego cruzado entre los condenados alcanza una violencia dialéctica creciente y hasta unas escaramuzas de agresiones que les suponen un desgaste emocional importante. Al final, exhaustos, el anuncio de que todo tiene que volver a empezar explica la naturaleza hórrida del castigo.
A Jordi Prat i Coll, director cada vez más seguro en sus compromisos, creo que se le ha escapado una gestualidad de los intérpretes un poco demasiado rígida al principio de la representación. La actuación gana a medida que el intercambio de reproches caldea el ambiente claustrofóbico de la habitación cerrada, sin ninguna abertura al exterior, y los cuarenta minutos finales aportan, probablemente, las mejores escenas que de la célebre pieza de Sartre se habrán visto en Catalunya.
Este montaje de Huis clos da una presencia mucho más destacada al criado (Kathy Sey) recepcionista de los condenados, no tan discreta como la de quien actuaba en el espectáculo del 2011.
La obra gana a medida que el intercambio de reproches caldea el ambiente claustrofóbico