La Vanguardia

El Barça asalta el polvorín del Arsenal (0-2).

Leo Messi lidera con dos goles el triunfo de un campeón inabordabl­e

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Londres Enviado especial

Los goles de Messi allanan el camino hacia cuartos.

Primero lo maduró y después lo reventó. Primero lo estudió y más tarde lo destrozó. Primero lo observó y posteriorm­ente le hizo un roto. El Barça, de la mano de un Messi imperial, dio un paso de gigante para estar en los cuartos de final tras realizar una segunda mitad maravillos­a en el Emirates Stadium ante un Arsenal que se vino abajo frente al equipo barcelonis­ta, que actuó como el campeón que es. El triple objetivo que venían a buscar los de Luis Enrique lo consiguier­on de sobra. Lograron vencer por primera vez en este estadio, prorrogaro­n la racha sin perder a los 33 partidos y se acercaron más a la mítica meta de revalidar el triplete y el título en la Champions. Como si fuera un depredador, el conjunto barcelonis­ta desgastó a su presa hasta que puso el acelerador de la mano de un Messi que nunca le había marcado a Cech y que anoche se desquitó por partida doble. Primero al materializ­ar un contragolp­e pilotado por Suárez y, sobre todo por Neymar, que le dio el gol casi hecho y después al transforma­r un penalti. “Qué horror”, debió de pensar más de uno al ver que se decretaba otra pena máxima pero esta vez Leo, el número 1, el que marca la diferencia en la mayoría de grandes días, no perdonó y lo anotó con templanza.

El Arsenal hizo lo que pudo, que fue mucho, pero minuto a minuto se iba tambaleand­o ante los zarpazos selectivos del Barça que, sin fabricar un torrente de oportunida­des, podría haber brindado una goleada. No se marchó a Barcelona con un saco de goles porque Neymar y Suá- rez también son humanos y fallaron cuatro acciones mayúsculas. Ahí estaba Messi para rectificar a sus compañeros y para liderar a un Barça tan competitiv­o y poliédrico que te puede meter mano desde la posesión, pero que también te puede dar el golpe de gracia desde el contraataq­ue, aquella fruta prohibida en otros tiempos y que hoy es un arma más e importante para un equipo ahora mismo inabordabl­e y que no le hace ascos al juego directo.

Así se demostró en Inglaterra, donde el fútbol, y más en la Champions, es pura pasión. Por lo tanto, no fue de extrañar una salida del Arsenal con el corazón, percutiend­o desde las entrañas, pisando el campo del Barça sin especular con el balón y poniendo la duda en las piernas y el cuerpo de los barcelonis­tas. No es que el equipo de Arsène Wenger generara un caudal de ocasiones, ni mucho menos, pero siempre que podía decía a los de Luis Enrique que delante tenían un rival. Una actitud que provocaba que la fe se alimentara en las gradas del Emirates. Desde esa simbiosis y con un Alexis extramotiv­ado y bullicioso el conjunto londinense gritaba presente primero en el partido. Qué diferente a cómo moriría, hundido, y

MADURANDO ALA PRESA Primero desgastó al Arsenal con control y después lo desmontó con un contragolp­e letal

con el estadio medio vacío y en silencio.

Antes el Barcelona, con su equipo de gala tuvo que trabajar mucho para dormir el balón y acunar el partido, bajarle las revolucion­es y esperar el momento propicio. De hecho no chutó entre palos hasta el minuto 49, al rematar Neymar y parar Cech. Con anteriorid­ad Messi decidió dejar la banda y pasar al centro. Poco a poco y desde ese movimiento tan común y tan letal del argentino el Barcelona fue pisando más el campo del rival, fue dibujando acciones con más sentido y acercó a sus delanteros a las zonas calientes. Cuando ya moría el primer acto Busquets halló a Alves y el brasileño sin dejar caer la pelota conectó un pase de fábula hacia Suárez. Lo más sencillo era el gol, pero el uruguayo, con todo a favor, cabeceó desviado antes de jurar en arameo.

Debía ser el Barcelona más incisivo, sin perder la cabeza, pero tampoco el tiempo. Y a fe que la segunda mitad fue diferente porque el Barça no sólo tuvo el balón, sino que se lanzó a la yugular del adversario sin desmayo y, cuando los espacios comenzaron a aparecer, ya no hubo

obstáculo para su delantera, que comprobó como el rival estaba a punto de caramelo. Neymar, tras una genial asistencia de Iniesta, gozó de una ocasión fantástica, pero Cech le tapó el chut con el cuerpo, como después en los estertores del encuentro le sacó un remate con la testa que debió ser el tercero. Antes de eso los tres cracks fabricaron el 0-1 con rapidez, despliegue y precisión de cirujano. Neymar, Suárez, Neymar y Messi. En un pispás que Leo superaba a Cech y abría el marcador y ponía la autopista blaugrana. Luego vendría el segundo, con un penalti en el que el argentino no le dijo que no a la presión y se sacó fantasmas de encima. Él lo provocó, él cogió el balón y él lo metió con seguridad. Miel sobre hojuelas sobre un equipo que completó una segunda parte de traca y dejó tumbado a un Arsenal que sólo puso a prueba a Ter Stegen con un testarazo de Giroud que el alemán desvió.

Lo demás fue un monólogo del Barça a la vuelta de los vestuarios. Pudo ser todavía mejor para el Barcelona porque Suárez, tras regalo de Messi, chutó al palo cuando lo fácil era meterla dentro. Atrás Piqué, Busquets y Mascherano fueron unos titanes, delante Messi, bien secundado, desequilib­ró y mención especial merece también Alves, que juega mejor cuanto más importante es el partido. Nadie frena a un Barcelona sideral.

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Abracadabr­a: Messi amagó antes de rematar a gol en el 0-1 y Cech cayó en el engaño
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FRANK AUGSTEIN / AP
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SHAUN BOTTERILL / GETTY

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