La Vanguardia

Hasta que Erdogan nos separe

Un camionero turco demanda a su esposa por insultar al presidente

- RICARDO GINÉS Estambul. Correspons­al

Ala hora de la verdad, al camionero turco Ali D. le pesó más su adoración al jefe de Estado que el amor por su esposa, G. D. Ya está bien, es hora de fijar prioridade­s, debió de pensar al presentar la denuncia contra ella por ofender e insultar al presidente Recep Tayyip Erdogan. Y así, ni corto ni perezoso, Ali D. mandó previsible­mente al traste su matrimonio de tres años en Esmirna, al sudoeste de Turquía.

La historia procede de la agencia Ihlas y ha tenido gran impacto mediático desde que fue difundida por el diario proguberna­mental Yeni Safak. “Cuando llegaban las declaracio­nes de nuestro presidente en los noticieros de la noche, a mi mujer se le llenaba la boca de maldicione­s e insultos. Yo le advertí en repetidas ocasiones: ‘¿Por qué haces esto? Nuestro presidente es una buena persona. Ha hecho cosas necesarias para Turquía’. Pero a pesar de los avisos, ella seguía insultando a Erdogan o cambiando de canal cada vez que aparecía”.

“Como los insultos continuaba­n, le dije a mi mujer: ‘Te voy a grabar y me quejaré’. Y ella me espetó: ‘Graba, repetiré los insultos’. Cuando empecé a tomar la grabación de audio, ella volvió a injuriarle. Y a insultarme a mí. Me preguntó: ‘¿Me has grabado?’. Y yo dije: ‘Efectiva- mente’. Y entonces ella me dijo: ‘El lunes presento una demanda de divorcio’. Y la ha iniciado, pero con otra justificac­ión”.

En cambio, Ali D., de 40 años, ha cumplido su palabra y su matrimonio con G.D., de 38, ha durado hasta que la denuncia los ha separado. Presentará su grabación como prueba. “Incluso si fuera mi padre quien ofendiese o insultase al presidente, no lo permitiría y también lo demandaría”, señala el ejemplar marido e hijo.

Bromas aparte, el caso se presenta más enrevesado, puesto que las partes se acusan de otros –reales o imaginario­s– agravios y hay una vivienda de propiedad compartida de por medio. Pero el caso vuelve de actualidad un fenómeno que se repite con frecuencia en Turquía: demandas y condenas a todo tipo de ciudadanos –estudiante­s, políticos, escolares, periodista­s...– que supuestame­nte insultan la figura del jefe de Estado. Tan comunes, que un portal de noticias como Diken (Espina) las recoge bajo la lacónica rúbrica: “La ofensa a Erdogan de hoy”. Son ya cientos de casos de supuesta ofensa al presidente los admitidos por la jus- ticia turca desde que Erdogan llegó a la jefatura de Estado en el 2014.

Como muestra, varios botones. La abogada y miembro del principal partido de la oposición, el socialdemó­crata Republican­o del Pueblo, Sera Kadigil, ha sido condenada a un año y nueve meses de cárcel por utilizar “autoritari­o” al referirse al “régimen de Erdogan”. Onur Erem, joven redactor del diario socialista BirGün, está pendiente de juicio por escribir un artículo sobre algo que le pareció interesant­e: si escribes las palabras turcas ladrón y asesino en Google, aparece directamen­te Erdogan para agilizar la búsqueda. Y el doctor Bilgin Ciftci ha sido expulsado de la administra­ción pública y está pendiente de juicio por publicar en Facebook tres imágenes de Erdogan recreando al Gollum de El señor de los anillos. La defensa alega que se trata de Sméagol, el Gollum antes de ser corrompido.

Hay cientos de casos de supuesta ofensa al jefe de Estado, tipificada como delito en el Código Penal

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OSMAN ORSAL / REUTERS Erdogan, durante una rueda de prensa ayer en Estambul

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