La Vanguardia

Avanzando entre tortugas

- Quim Monzó

Las aceras de las ciudades están llenas de personas a la deriva. Ahora, esta que tengo delante avanza ligerament­e hacia la derecha y, cuando intentas adelantarl­a por la izquierda, de repente vira un poco hacia la izquierda, motivo por el que tienes que detenerte si no quieres llevártela por delante. Andan de manera errática no porque vayan borrachas sino porque, en la vida, nadie les ha enseñado que existe la línea recta, muy útil si quieres ir por la calle sin molestar a todos los que te rodean.

Vivo en el barrio de Sant Antoni, cerca de la plaza Espanya, y estos días de Mobile World Congress todo es un ir y venir de congresist­as con sus identifica­ciones colgando del cuello. A diferencia de los turistas habituales no son gente que ande de manera muy errática, porque quieren acabar rápido parar ir a cenar, al Apricots (“descarga tu app en toda mi cara”) o a cualquiera de los otros centros de relax que hay en Barcelona y que estos días contratan mucho más personal porque, con el que tienen habitualme­nte, no dan abasto. Pero, aunque no sean especialme­nte lentos, andar estos días por mi barrio es aún

Andan de manera errática porque nadie les ha enseñado que existe la línea recta

más complicado que de costumbre.

No entiendo cómo, entre tantas grandes ideas de cambio, de renovación y de sostenibil­idad como dicen que quieren implantar no está todavía la del carril para peatones que no tienen tiempo para perder. En Liverpool hicieron uno hace cerca de cuatro meses, a finales de octubre del año pasado. Es como un carril bici pero para personas que no quieran tropezar con pasmarotes de esos que cada cinco pasos se detienen para hacerse una selfie frente a cualquier edificio que les parezca mínimament­e interesant­e aunque de interés tenga poco. Y que quede claro que los pasmarotes no son sólo forasteros. Muchos barcelones­es andan como si todo el ancho de la acera fuera suyo y, si van en grupo familiar, en línea de cuatro o cinco, uno al lado de otro, como si en el mundo no existiera nadie más. El carril para personas rápidas de Liverpool lo inauguraro­n tras verificar que casi la mitad de los británicos consideran que tener que andar poco a poco es una lata.

Años atrás, en Nueva York marcaron, en algunas aceras, carriles para personas que consultan el móvil y personas que no. Era un “experiment­o artístico”. En Londres se plantearon dividir las del centro de la ciudad en dos: la mitad cerca de las tiendas lenta (para los turistas) y la que queda más cerca de la calzada para los que quieren darse prisa. En Washington, National Geographic hizo un experiment­o parecido. Y en China, en Chongqing, tres cuartos de lo mismo. En Bélgica, en Amberes, una empresa de móviles también se ha puesto a ello. Todo está a medio camino de la broma y la prueba. Pero lo de Liverpool ya es una realidad, aunque limitada al centro. En Barcelona podrían empezar por Pelai, una calle por la que no hay forma de avanzar si no es a codazos. A no ser que “Mobile is everything” quiera decir que, quien no es Mobile, vale más que se quede en casita, haciendo macramé.

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