Milli Vanilli y pactos electorales
Milli Vanilli fue el dúo alemán que triunfaba con su música pop a finales de los años ochenta y principios de los noventa. Tras su debut con la canción Girl, you know it’s true (chica, sabes que es verdad), ganaron un Grammy al mejor artista novel en el año 1990. Pues no, paradójicamente no era verdad. Eran pura imagen y no cantaban. El público los castigó y tuvieron que retirarse tras un espectacular éxito aunque fugaz.
Eran otros tiempos. La autenticidad se consideraba un valor. Sin embargo, hoy en día la imagen prima sobre el contenido. Algunas personas dan más importancia a explicar sus vidas en las redes sociales que a experimentar realidades. Se convierten de este modo en narrador y espectador, a partes iguales, de su propia existencia. Esto tiene un impacto también en la política. Estamos en la década de la política pop donde el eslogan, las formas y las siglas son lo que realmente es importante. La gestión y las competencias para abordar los problemas son aspectos totalmente secundarios.
Por otra parte, es conocido el adagio “quien paga manda”. Hemos descubierto que el dúo político integrado por Pablo Iglesias e Íñigo Errejón ha obtenido cuantiosos fondos de Irán y Venezuela, presuntamente. Entonces descubrimos que, como Milli Vanilli, los que cantan no lo hacen con sus propias voces, sino que son tenores de potencias extranjeras los que crean una corriente de opinión a través de estos líderes de la nueva política. Ellos se limitan a hacer playback, pero curiosamente no importa, no hay castigo por parte del votante.
Nuestros socios comunitarios se preocupan, nuestros servicios secretos investigan (en secreto), los mercados amenazan, los analistas políticos se confunden y culpan a los medios de comunicación. Sin embargo, nadie habla de esta nueva corriente estética por definición donde precisamente la imagen prima sobre la ética, la razón, la economía y hasta las leyes físicas.
Me pregunto si hoy en día, de estar todavía vivos y en activo, Milli Vanilli seguirían cosechando éxitos, incluso a sabiendas de que sus actuaciones serían sólo una ilusión. Una parte de la sociedad prefiere una bonita ilusión a la dura realidad.