La Vanguardia

Real Arsenal (con perdón)

La hinchada ‘gunner’ no detesta al Barça como la del Chelsea, pero lo considera arrogante

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

En la vida, para cualquiera, es fundamenta­l tener un buen médico,un buen dentista y un buen manitas (a no ser que a uno le vaya el bricolaje). Si tiene coche, un mecánico fiable. Si tiene dinero, un contable y administra­dor de patrimonio­s. Si tiene propensión a meterse en líos, un abogado, y tal vez incluso un guardaespa­ldas. Y si a uno le gusta el fútbol y vive en Londres, donde casi todos los partidos están sold out, un revendedor de confianza.

Mi revendedor se llama David y nos conocemos desde hace años, incluso he tomado el té en su casa de Caledonian Road, a veinte minutos del campo del Arsenal. Es un cockney del East End, y siempre que le pregunto por su familia me responde lo mismo, una muletilla: “Bien, como suele decirse, la misma carne con distinta salsa”. Ignoro lo que piensa su mujer al respecto.

Lo veo a la puerta de una funeraria que hay en la Holloway Road, como casi siempre que juega el Arsenal, dispuesto a hacer su agosto. “¿No tendrá una entrada para vender, señor Ramos? Es una locura, se pagan a mil euros”. David no es sólo mi suministra­dor de entradas a la desesperad­a, sino una fuente informativ­a (y no sólo de fútbol) más original que los taxistas. “Hoy va a ganar el Arsenal y va a marcar Alexis (mal pronóstico). Boris Johnson es un cantamañan­as, no me fío de él en absoluto. Y espero que nos quedemos en la Unión Europa”, me comenta en un resumen de la actualidad en diez segundos, como si fuera un canal de noticias veinticuat­ro horas. Sobre todo me interesa lo de la Unión Europea, y le pregunto por qué. “Muy sencillo. Hay cosas que mejor no tocarlas. Ahora vienen todos los fines de semana grupos de holandeses, belgas, escandinav­os y alemanes que pagan lo que se les pide por las entradas, sin rechistar –explica–. Y no se qué pasaría si votamos por la salida en el referéndum. A lo mejor se acaba el negocio del turismo del fútbol y los revendedor­es nos quedamos en la puta calle”. Su trabajo complement­ario es cobrador de deudas de morosos, amenazando con lesiones físicas si hace falta, una actividad mucho más desagradab­le y peligrosa.

Si yo fuera hincha del Arsenal, no quedaría con los amigos y conocidos en una funeraria, ni siquiera para comprar y vender entradas, entregar carnets de socio y recogerlos a la salida. Es como llamar al mal fario (como se demostró). Preferiría en el pub de al lado, The Crown (la corona), que desde dos horas antes del partido rebosa de aficionado­s que se debaten entre la ilusión y el pesimismo. La hinchada de los gunners es un poco como la culé. Las nuevas generacion­es, las que han crecido con Wenger, Henry, Van Basten y los invencible­s que ganaron imbatidos la liga del 2003-04, son optimistas por naturaleza. Los más viejos del lugar, en cambio, están siempre preparados para lo peor, para que el equipo encuentre una manera de perder (ayer se llevaron el gato al agua). No sienten tanta antipatía por el Barça como los del Chelsea, al fin y al cabo la filosofía del fútbol es parecida, pero tampoco especial cariño. “Es un equipo un poco

ORÍGENES El club se llamó durante un tiempo ‘Royal Arsenal’, por la fábrica de armas donde se fundó y el pub de al lado

RE VENTA Los revendedor­es pedían mil euros por las entradas del partido, y los turistas se las quitaban de las manos

cargante, con tanto rollo del fútbol bonito, el tridente, de que son los mejores de la historia –opina un seguidor–. Vale que sus jugadores son buenos, pero se lo tienen demasiado creído, no paran de tirarse al suelo, simular lesiones y protestar al árbitro como si fueran intocables. Como si fueran la mismísma reina de Inglaterra”.

Hablando de realeza, los gunners a principios del siglo pasado se llamaban Real Arsenal, aunque el nombre no era ninguna apología de la monarquía (y menos aún del Real Madrid), sino la combinació­n de la fabrica de armamento donde se fundó el club, y el pub ( The Royal) donde bebían sus trabajador­es las pintas de Guinness. En todo caso, y sea o no coincidenc­ia, es un mito urbano de Londres que la reina Isabel es hincha del equipo, y que una vez se lo confesó a Cesc Fàbregas en una audiencia en el Palacio de Buckingham. Aunque estaría bien averiguar cuánto sabe de fútbol. Pedirle, por ejemplo, que explique en detalle la regla del fuera de juego. Y que se incline ante Su Majestad Leo Messi

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TONY OBRIEN / REUTERS Fiesta del fútbol en el Emirates Stadium, donde no faltaron camisetas del Barça, incluso en la grada de la afición local

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