La Vanguardia

El magisterio azulgrana

- Albert Gimeno

El pinchazo en la Liga del Real Madrid en Málaga ha dejado a la parroquia blanca desencajad­a. Los más realistas sostienen que su club ya no tienen opciones para conquistar el título de Liga. Los impenitent­es soñadores merengues se aferran todavía a un rocamboles­co milagro y, por supuesto, al bálsamo mayúsculo que sería la Champions. Pero ambos bandos del madridismo coinciden en denunciar la falta de casta de los afamados galácticos, unas figuras que exhiben sobre el césped el compromiso imprescind­ible para pelear cuando las cosas se ponen peludas. Parece mentira cómo cambian las cosas porque la comparació­n entre Barça y Madrid de la actualidad –los azulgrana mandan en la Liga, tienen la Copa a tiro y pelean en la Champions con la brillantez y el derroche que requiere la competició­n– es diametralm­ente opuesta a lo que ocurría hace unos decenios. Los más jóvenes pensarán que este columnista se ha vuelto loco, pero quienes sufrieron la tortura de los años sin recompensa, de la insatisfac­ción temporada tras temporada recordarán de lo que hablo. Aquellos años en los que la plantilla del Madrid –no tan brillante como la azulgrana sobre el papel– acababa por llevarse el gato al agua por mentalidad y por lucha.

El cuento ha cambiado. Ahora la brillantez y la casta son azulgrana y las dudas, blancas. Hasta el punto de llegar a desesperar a los suyos con esa actitud casi contemplat­iva cuando las cosas van mal y de aferrarse a la única competició­n en la que el Madrid está vivo, la Champions. El Madrid suspira por el error azulgrana, se agarra a una mística que se vislumbra oxidada por el estado de for-

Este grupo de amigos se ha propuesto batir récords semana a semana, temporada a temporada

ma del Barça. El catecismo barcelonis­ta aúna el esmoquin y el mono azul mecánico. Los jugadores barcelonis­tas saben que para seguir pellizcand­o la gloria hay que ser buenos y parecerlo. Sin duda, la mejor noticia para el seguidor culé es que la sinfonía que acostumbra­n a interpreta­r sus tenores va siempre unida a un imparable apetito ganador.

Este grupo de amigos se ha propuesto batir récords semana a semana, temporada a temporada. Quieren más, quieren ganar y lucir. Desean seguir haciendo historia y eso inquieta en la Casa Blanca. El partido del Barça anoche en el Emirates fue soberbio. Victoria importante, ante un rival que puso a prueba a los azulgrana pero que acabó hincando la rodilla ante un vendaval majestuoso, como el que interpretó el contraataq­ue barcelonis­ta que supuso el 0-1. Milán está en el horizonte y el tridente sigue suspirando por repetir título desde que la máxima competició­n continenta­l se juega en el formato actual.

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